Autor(es): Sabbatella, Ignacio - Tagliavini, Damiano
1) Introducción
La crítica situación ecológica global, evidenciada en
los procesos de cambio climático, agotamiento de bienes naturales y
degradación ambiental, acompañados de crecientes conflictos
socio-ambientales, nos sugiere preguntarnos qué relación guarda con los
fundamentos del modo de producción y reproducción capitalista.
A través del presente artículo procuramos exponer la
relevancia de la teoría marxista para analizar dicha crisis y contribuir
a la cimentación de un Marxismo Ecológico (en adelante ME), como
una novedosa corriente de pensamiento crítico. A pesar de las
experiencias fallidas del denominado “socialismo real” en su relación
con la naturaleza y de la propensión del capitalismo a internalizar el
discurso ambientalista, creemos posible observar una significativa
tendencia de algunos pensadores marxistas a incorporar la ecología y de
buena parte de los movimientos ambientalistas a radicalizar su praxis
política hacia posiciones anticapitalistas.
De esta manera, nos proponemos rastrear aportes en la
obra de Marx y Engels, analizar las críticas al marxismo que se realizan
desde la Economía Ecológica y, finalmente, enumerar algunos precursores
del ME, junto a algunos conceptos que ayudan a entender la relación
entre capital y naturaleza.
A pesar de los prejuicios vigentes en el
ambientalismo, Marx y Engels analizaron en diversos pasajes los vínculos
entre el mundo social y el mundo natural. La distinción analítica que
proponemos no debe entenderse como conceptos cerrados e independientes,
sino más bien como temas vinculados entre sí.
Resulta sugerente comenzar con el trabajo de John
Bellamy Foster (2004) quien reconstruye una concepción
materialista-dialéctica de la naturaleza en la obra de Marx. Arroja luz
sobre tres grandes herencias que han sido descuidadas: el filósofo
griego antiguo Epicuro, el químico agrícola Justus Von Liebig y Charles
Darwin. El primero inspiró una visión materialista de la naturaleza. A
partir del segundo construyó una comprensión del desarrollo sostenible.
Mientras que de Darwin adoptó un enfoque co-evolucionista de las
relaciones entre los humanos y la naturaleza. Sin detenernos aquí,
señalamos que dicha reconstrucción echa por tierra el prejuicio de la
producción intelectual de Marx como ajena al mundo natural.
En sus Manuscritos de 1844, Marx esboza una definición del concepto de naturaleza: "La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre, es decir, la naturaleza en cuanto no es ella misma el cuerpo humano. El hombre vive de la naturaleza; esto quiere decir que la naturaleza es su cuerpo,
con el que debe permanecer en un proceso continuo, a fin de no perecer.
El hecho de que la vida física y espiritual del hombre depende de la
naturaleza no significa otra cosa sino que la naturaleza se relaciona
consigo misma, ya que el hombre es una parte de la naturaleza” (Marx,
2004: 112).
En este pasaje se hace evidente que para Marx no existe dicotomía
entre el ser humano y la naturaleza. Esta no es algo externo o un mundo
exterior. “El hombre no está en la naturaleza, sino que es naturaleza”
(Vedda, 2004: xxix). La naturaleza le ofrece al hombre su medio de vida
inmediato, así como la materia, el objeto y la herramienta de su
actividad vital, es decir el trabajo. Esto nos conduce a plantear una
continuidad con su obra de madurez, especialmente en El Capital.
En El Capital, Marx señala que la naturaleza
es, junto al trabajo, punto de partida de la producción de valores de
uso. “En este trabajo de conformación, el hombre se apoya constantemente
en las fuerzas naturales. El trabajo no es, pues, la fuente única
y exclusiva de los valores de uso que produce, de la riqueza material.
El trabajo es, como ha dicho William Petty, el padre de la riqueza, y la
tierra la madre”(Marx, 2000: 10).
Apartándonos de su forma histórica, en toda sociedad
el trabajo es el momento de intercambio con la naturaleza, es la
actividad con la cual el hombre se apropia de su entorno y lo transforma
para satisfacer sus necesidades básicas. En el proceso de trabajo
interviene no sólo el trabajo del hombre sino también el objeto sobre el
cual se realiza y los medios de trabajo, ambos brindados por la
naturaleza. Además, Marx destaca las condiciones materiales que no
suelen identificarse en el proceso productivo pero sin las cuales éste
no podría ejecutarse. De esas condiciones dependerá la
productividad del trabajo y la producción de plusvalía. “Si prescindimos
de la forma más o menos progresiva que presenta la producción social,
veremos que la productividad del trabajo depende de toda una serie de
condiciones naturales. Condiciones que se refieren a la naturaleza misma
del hombre y a la naturaleza circundante. Las condiciones
de la naturaleza exterior se agrupan económicamente en dos grandes
categorías: riqueza natural de medios de vida, o sea, fecundidad del
suelo, riqueza pesquera, etc., y riqueza natural de medios de trabajo,
saltos de agua, ríos navegables, madera, metales, carbón, etc.” (Marx,
2000: 429).[1]
En su Crítica del Programa de Gotha, Marx
refuerza la idea de la naturaleza como parte fundamental de la
producción de valores de uso y como primera fuente de medios y objetos
de trabajo. La propiedad sobre la naturaleza es la que va a determinar
que una parte de la humanidad, que no dispone de ella, deba entregar su
fuerza de trabajo a quienes se han adueñado de esas condiciones
materiales de trabajo. Se trata de una de las condiciones históricas
para el surgimiento de la mercancía fuerza de trabajo en el modo de
producción capitalista que desarrollara en El Capital.
Desde los Manuscritos de 1844, Marx destaca que
el trabajo alienado convierte a la naturaleza en algo extraño al
hombre, en un “mundo ajeno”, “hostilmente contrapuesto al trabajador”.
En el marco de la apropiación privada, existe una alienación respecto a
la naturaleza donde los medios de vida y de trabajo no le pertenecen al
trabajador y se le presentan como objetos externos. Por tanto, concluye
en los Grundrisse: “Lo que necesita explicación, o es resultado
de un proceso histórico, no es la unidad del hombre viviente y actuante,
[por un lado,] con las condiciones inorgánicas, naturales, de su
metabolismo con la naturaleza, [por el otro,] y, por lo tanto, su
apropiación de la naturaleza, sino la separación entre estas condiciones
inorgánicas de la existencia humana y esta existencia activa, una
separación que por primera vez es puesta plenamente en la relación entre
trabajo asalariado y capital”
(Marx, 2005: 449).
La unidad del hombre con la naturaleza no precisa
explicación sino su separación. Esa separación es de carácter histórico y
es la base sobre la que se asienta la relación capital-trabajo. El
trabajador es separado de su “cuerpo inorgánico” al mismo tiempo que el
producto de su trabajo se convierte en mercancía apropiada por el
capitalista.
El proceso de expulsión de pequeños propietarios y de
cercamiento de tierras comunales es el punto de partida de la
acumulación originaria. Masas humanas pasan a engrosar las filas del
proletariado urbano. Como bien señalan Bellamy Foster (2004) y Foladori
(2001) no puede soslayarse el entendimiento que tiene Marx de la
separación campo-ciudad consumada en el modo de producción capitalista.
La agricultura capitalista se caracteriza por la gran propiedad, el
despoblamiento rural y el hacinamiento urbano. Además de ser la causa
fundamental de la polución y la depredación, quedan disociadas
progresiva y radicalmente las fuentes de la producción de medios de vida
y materias primas de los centros de consumo. Es la fractura del
metabolismo social con la naturaleza.
En el capítulo XIII de El Capital,
afirma que el capitalismo degrada ambas fuentes de riqueza, el hombre y
la tierra. Al contrario de lo que comúnmente se cree, no sólo investigó
las consecuencias de la explotación capitalista sobre el trabajo, sino
que también comprendió el daño que el latifundio capitalista provoca
sobre la vitalidad del suelo. La gran industria y la gran agricultura
explotada industrialmente actúan en unidad, una devastando la fuerza de
trabajo y otra degradando la fuerza natural de la tierra. El latifundio
capitalista es la raíz de una fractura irreparable en el proceso
interdependiente del metabolismo social. El concepto de metabolismo
refiere a la interacción entre naturaleza y sociedad a través del
trabajo humano y le permite a Marx “dar una expresión más sólida y
científica de esta fundamental relación”, señala Bellamy Foster (2004:
245). Es una herencia de la química de
Liebig, utilizado en la teoría de los sistemas en el complejo
intercambio de los organismos con su medio, que Marx adecua al
entendimiento del proceso del trabajo humano y de su fractura en el modo
de producción capitalista.[2]
El abordaje de la agricultura capitalista había tenido
como primer blanco la crítica de la teoría de la superpoblación de
Malthus y la teoría de la renta de Ricardo porque en ellas no se
explicaba el cambio histórico en la fertilidad del suelo, es decir, la
intervención del hombre en ella más allá de la productividad natural.[3]
La mano del hombre puede ser tanto un factor de mejora como de
degradación del suelo. En este marco, Foladori (1996) recupera la
importancia de la teoría marxista de la renta capitalista del suelo como
una aplicación de la ley del valor a aquella parte de la naturaleza que
puede ser monopolizable. Entrega elementos metodológicos para explicar
la
degradación del suelo y de los recursos naturales en general. La
agricultura puesta al servicio del valor de cambio es la condición de
posibilidad de que mayores inversiones de capital entreguen rendimientos
económicos crecientes al tiempo que disminuyen la fertilidad natural
del suelo. La obtención de ganancias extraordinarias es posible aún con
rendimientos físicos decrecientes, hasta que en un momento dado sucede
una crisis ecológica (Foladori, 2001).
Por otra parte, Engels en El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre
planteaba que en el capitalismo lo que prima es siempre la inmediatez,
el beneficio inmediato es el único fin del capitalista aislado, sin
importar las consecuencias de la producción e intercambio. El
capitalista produce sin tomar en consideración el posible agotamiento o
degradación del recurso, ni siquiera para una potencial utilización por
otros capitalistas.
En un clarificador pasaje de los Grundrisse,
Marx da cuenta que la creación de plusvalía absoluta exige la
ampliación constante de la esfera de circulación de mercancías. De
manera que “la tendencia a crear el mercado mundial está dada
directamente en la idea misma del capital”. La expansión capitalista
supone una progresiva conquista de las formaciones anteriores y la
abolición de la producción de “valores de uso directos”, con el fin de
someter la producción al intercambio. Por lo tanto, “el comercio ya no
aparece aquí como función que posibilita a las producciones autónomas el
intercambio de su excedente, sino como supuesto y momento esencialmente
universales de la producción misma”. A su vez, la creación de plusvalor
relativo requiere la ampliación del consumo dentro de la esfera de
circulación: cuantitativa, primero; cualitativa, segundo; y, por último,
producción de nuevas necesidades,
descubrimiento y creación de nuevos valores de uso. Con ese fin, el
capital se lanza a “la exploración de la Tierra en todas las
direcciones” en búsqueda de nuevas propiedades y nuevos objetos
naturales. La naturaleza pierde su carácter divino y es objetualizada en
función del provecho útil para la satisfacción de esas nuevas
necesidades. Hacia allí se dirige el desarrollo de las ciencias
naturales. “El capital crea así la sociedad burguesa y la apropiación
universal tanto de la naturaleza como de la relación social misma por
los miembros de la sociedad”. La fuerza “civilizadora” del capital
destruye tanto las barreras nacionales como las tradicionales y las
naturales para convertirse en la primera formación social de escala
planetaria. La ampliación incesante del sistema de necesidades humano y
la expansión sobre la naturaleza son inherentes al proceso de producción
y reproducción capitalista (Marx, 2005: 359-362).
Marx evitó anticiparse al movimiento real existente y
son pocas las oportunidades en las cuales se pronunció sobre las
características de una sociedad futura. No obstante, en los Manuscritos de 1844
hace alusión al comunismo como la “verdadera solución del conflicto que
el hombre sostiene con la naturaleza y con el propio hombre” (Marx,
2004: 142). En cuanto superación positiva de la propiedad privada, el
comunismo es, también, superación de la alienación del hombre con
respecto a la naturaleza. Para Marx, la sociedad comunista “es la unidad
esencial plena del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección
de la naturaleza, el naturalismo consumado del hombre y el humanismo
consumado de la naturaleza” (Marx: 2004:144).
Esa concepción de juventud mantiene una continuidad en El Capital, donde
adelanta la definición del concepto contemporáneo de “sustentabilidad”,
en cuanto a la transferencia intergeneracional de la tierra:
"Considerada desde el punto de vista de una formación económica superior
de la sociedad, la propiedad privada de algunos individuos sobre la
tierra parecerá algo tan monstruoso como la propiedad privada de un
hombre sobre su semejante. Ni la sociedad en su conjunto, ni la nación
ni todas las sociedades que coexistan en un momento dado, son
propietarias de la tierra. Son, simplemente, sus poseedoras, sus
usufructuarias, llamadas a usarla como boni patres familias (buenos padres de familia) y a transmitirla mejorada a las futuras generaciones" (Marx, 2000: III, 720).
Es interesante observar los rasgos de continuidad en
la obra de Marx cuando establece que aquella formación económica
superior debería estar fundada en una asociación de productores. Dicha
“asociación” reconstruiría la unidad esencial plena del hombre con la
naturaleza, en su formulación de juventud,[4] o el “hombre socializado” recompondría la fractura metabólica, en su enunciación posterior.[5]
Se desprende de la lectura realizada la
insistencia en la eliminación de la propiedad privada y en la
disolución de la contradicción entre la ciudad y el campo como
condiciones elementales para armonizar al hombre con la naturaleza.
A medida que progresan las problemáticas ambientales
en la segunda mitad del siglo XX, se desarrollan versiones ecológicas de
la economía. Buena parte de sus mentores se ocuparon de criticar la
carencia de una preocupación ecológica por parte de Marx. Pese a los
aportes que hemos discutido en el punto anterior, existen posturas que
rechazan cualquier derivación de la teoría marxista hacia este campo:
“...si bien Marx y Engels se mostraron, en ocasiones, preocupados por
problemas ecológicos o medioambientales, tales preocupaciones no tienen
cabida en su visión global de lo económico y sus formulaciones no
aportan el aparato teórico y conceptual que exigiría el análisis de
tales problemas” (Naredo, 1987: 174).
Una afirmación más extrema refiere a que “Marx y
Engels tuvieron la oportunidad de estudiar el primer intento de marxismo
ecológico y que no la aprovecharon” (Martínez Alier / Schlupmann, 1992:
275). Inútil sería advertir el inconveniente que suscita definir a Marx
como el primer marxista, así como la pretensión de un “ismo” ecologista
para sus mismos mentores. Saliendo de este atolladero gramatical,
expondremos algunas críticas que Naredo (1987) Martínez Alier y
Schlupmann (1992), Cuerdo Mir y Ramos Gorostiza (2000) realizaron desde
la Economía Ecológica.[6]
Marx no sólo habría desvinculado “radicalmente”
valores de uso de valores de cambio, sino que se habría focalizado en
estos últimos. Por consiguiente, situó a la economía fuera del mundo
material y contribuyó a afianzar la ruptura que los economistas clásicos
hicieran entre lo físico y lo económico (Cuerdo Mir / Ramos Gorostiza,
2000).
Este señalamiento parte de una concepción errónea de la teoría del valor desarrollada por Marx en El Capital.
Su teoría es una teoría crítica, una crítica de la economía política
clásica. La separación entre valor de uso y valor de cambio no está
determinada por la voluntad de Marx sino por la forma sociohistórica que
adoptan los productos del trabajo en una estructura mercantil basada en
el intercambio entre productores privados independientes y en la
división social del trabajo. Lo que debe ser explicado no son los
valores de uso en cuanto objetos que satisfacen necesidades humanas en
cualquier etapa histórica sino la forma mercantil que adoptan bajo
aquellas condiciones y que adquieren un valor en relación a otras
mercancías. El valor de cambio no es más que la manifestación de la
igualdad abstracta establecida entre al menos dos mercancías. El foco de
Marx pasa por el valor y por el develamiento de la
cosificación de las relaciones sociales de producción, el fetichismo de
la mercancía. Lejos de tratarse de una debilidad, es una de las
fortalezas de la teoría marxista. Recordemos, además, que el punto de
partida de Marx es el trabajo al mismo tiempo que la naturaleza para
explicar la producción de riqueza.
Calcular el grado de eficiencia en términos de
disipación o fijación de energía de cada proceso productivo, es una de
las orientaciones de la Economía Ecológica. Vista desde el metabolismo
socio-económico, la economía es un sistema abierto a la entrada de
energía y salida de calor disipado. El segundo principio de la
Termodinámica[7] postula que la cantidad de entropía[8]
del Universo tiende a incrementarse con el tiempo tendiendo a la
disipación de energía. Según algunos ecologistas, Marx y Engels habrían
rechazado esa ley “por considerarla incompatible con su visión del
progreso humano e interpretar que tenía implicaciones religiosas”
(Cuerdo Mir / Ramos Gorostiza, 2000).
Serge Podolinsky era un socialista ucraniano que
planteó la posibilidad de analizar la explotación capitalista a partir
de un estudio del flujo de la energía en la agricultura. Su conclusión
fue que la productividad aumentaba cuando había una contribución de
trabajo humano incrementando la acumulación de energía en la Tierra y
que la cantidad de energía acumulada en los productos del trabajo es
mayor a la necesaria para la reproducción de esa fuerza de trabajo.
Desde la Economía Ecológica se suele criticar a Marx por un supuesto
desinterés en estas cuestiones debido a que no contestó las cartas que
le envió Podolinsky. El que opina sobre la cuestión es Engels[9],
quien
plantea que “su verdadero descubrimiento es que el trabajo humano tiene
el poder de fijar la energía solar sobre la superficie de la tierra
permitiendo que su acción dure más de lo que duraría sin él. Todas las
conclusiones económicas que deduce de esto son equivocadas”. Además,
plantea que en la industria es imposible todo cálculo energético por lo
cual sería “imposible expresar las relaciones económicas en magnitudes
físicas”. Engels concluye su comentario diciendo que Podolinsky “ha
tomado caminos equivocados porque estuvo tratando de encontrar en la
ciencia de la naturaleza una nueva demostración de la verdad del
socialismo, y con ello ha confundido la economía con la física” (Marx /
Engels, 1973: 33-333).
Se remarca una ruptura en la obra de madurez de Marx
con las ideas del Romanticismo en relación a la búsqueda de armonía con
la naturaleza. Si se define “la visión romántica del mundo como una
crítica generalizada de la civilización industrial (burguesa) moderna en
nombre de ciertos valores sociales y culturales precapitalistas” (Löwy,
1990: 87), es posible y hasta positivo para Cuerdo Mir y Ramos
Gorostiza rastrear en los escritos de juventud de Marx ese ideario. En
cambio, en su obra posterior Marx habría quedado preso de una ideología
del progreso continuo de la humanidad mediante la ciencia, la técnica y
el trabajo. Sin embargo, hemos verificado en El Capital una
apreciación inequívoca sobre la destrucción capitalista tanto de la
fuerza de trabajo como de la tierra. Su crítica dejó de ser abstracta
para tomar un carácter científico con el fin de descubrir los distintos
mecanismos de explotación y
obtención de plusvalía.
Otra de las críticas ecologistas hacia el marxismo se
relaciona con el agotamiento de los recursos naturales. Martínez Alier y
Schlupmann (1992) remarcan la ausencia de un análisis de la
reproducción o sustitución de los medios de producción utilizados en una
economía basada en recursos agotables, con lo cual no se ponen en
consideración la existencia de límites en la “reproducción simple” ni en
la “reproducción ampliada”. Así, en Marx el tratamiento de los recursos
naturales habría sido más ricardiano que ecológico, centrado en la
distribución de la renta más que en el agotamiento y contaminación que
no se reflejan a tiempo en los precios. No existiría una preocupación
por la asignación intertemporal de los recursos agotables. Sin embargo,
cabría preguntarse hasta qué punto podemos esperar que Marx
problematizara una situación que no fue visible hasta muchos años
después.
Por otra parte, en el Manifiesto Comunista, se puede vislumbrar una cierta concepción evolucionista de la historia[12].
En el mismo se describe el papel revolucionario de la burguesía en la
historia en cuanto al progreso de las fuerzas productivas y al
sometimiento de la naturaleza. Con todo, es una imagen que podemos
contraponer a otros pasajes señalados anteriormente y que exhibe las
hendiduras de una obra monumental pero no por ello monolítica.
Por último, según sus críticos, Engels habría dado
cuenta de una lógica productivista e instrumental con respecto a la
naturaleza cuando planteaba que: “el hombre al convertirse en
dueño y señor de sus propias relaciones sociales, se convierte por
primera vez en señor consciente y efectivo de la naturaleza” (Engels,
1973a:102).
Habiendo realizado una revisión de las críticas
ecologistas, haremos un breve recorrido por aquello que consideramos son
los elementos fundamentales para sentar las bases del ME. A lo largo de
la tradición marxista encontramos autores que problematizaron la
relación de la sociedad capitalista y la naturaleza, y que esbozaron
algunas concepciones premonitorias sobre una crisis ecológica causada
por la misma.
En el siglo XIX, además de Podolinski, podemos referirnos a William Morris[13],
considerado el primer ecosocialista. En la década de 1920, durante los
primeros años de la revolución rusa, investigadores soviéticos como D.
N. Kasharov[14], Vladímir I.Vernadski[15],
Georgii Gause y Vladimir Stanchisky se interesaron por los estudios de
la ecología, pero fueron interrumpidos por el stalinismo. Algunos de
esos pensadores fueron perseguidos, encarcelados y sus ideas
permanecieron ocultas largo tiempo. Eso sucedió con Nikolai Bujarín, “el
muchacho de oro de la revolución”, cuyos escritos ecológicos fueron
escondidos por Stalin luego de su ejecución en 1938. Una línea de
pensamiento que habría contribuido a la transformación del modo de vida
fue aplastada por la burocracia soviética, enrolada en el productivismo y
la industrialización acelerada. Asimismo, Bensaïd cita al economista
austríaco Julius Dickman quien ya había observado en la década de 1930
el “estrechamiento de la reserva de los recursos naturales” debido al
desarrollo “irreflexivo” de las fuerzas productivas bajo el capitalismo
en detrimento de sus “condiciones de
reproducción permanente”, minando las condiciones mismas de existencia
humana (2003: 499).
Más cerca en el tiempo, nos interesa destacar a James O`Connor (2001), quien parte del concepto condiciones de producción del capital.
Se trata de todo aquello que compone el marco de la producción
capitalista y que no es producido como una mercancía aunque es tratado
como si lo fuera. Uno de sus componentes es la naturaleza. La propia
explotación capitalista puede generar problemas de agotamiento o
encarecimiento de esas condiciones y es cuando se pone en juego una crisis de subproducción. Por lo tanto, O´Connor considera la relación con la naturaleza como la segunda contradicción del capital.
Hemos constatado fehacientemente que el mundo natural
es uno de los puntos de partida en la teoría de Marx. No obstante, en el
desarrollo posterior adquiere un carácter fragmentario y secundario
respecto a la contradicción fundamental del modo de producción
capitalista entre capital y trabajo. Tampoco podemos desconocer cierto
optimismo en relación al desarrollo de las fuerzas productivas y la
inexistencia de límites naturales. Por tanto, una traducción automática
de Marx a la ecología contemporánea no alienta un conocimiento e
investigación sobre los nuevos problemas ecológicos. La degradación de
la tierra producto del mismo sistema capitalista había sido adelantada
en numerosos pasajes de su obra, pero la misma no es suficientemente
esclarecedora de las consecuencias que traen aparejados el agotamiento
de otros bienes naturales y la contaminación ambiental.
Nuestra propuesta de trabajo se dirige, entonces, a
abrir nuevos campos de investigación a partir de una concepción
materialista de la naturaleza, cuyo pilar básico sea el estudio las
relaciones sociales de producción y reproducción capitalistas. A tal
fin, es necesario recuperar la fortaleza de la ley del valor, del
fetichismo de la mercancía y del trabajo alienado. Son los elementos
fundamentales para la crítica de la economía-política-ecológica en la
edificación del aparato conceptual del ME, el cual debe ser ampliado,
complementado y/o profundizado por los aportes contemporáneos en el
marco de la crisis ecológica sin precedentes que atraviesa la humanidad.
En ese sentido, el Ecosocialismo se presenta como la nueva corriente
política para el siglo XXI.
No queremos encontrar todas las respuestas en Marx,
sino en la reconsideración y reformulación de sus categorías. No es
nuestro interés un “Marx verde” sino un Marxismo Ecológico. No
pretendemos hacer hablar a Marx sobre el cambio climático o sobre el
régimen energético capitalista basado en combustibles fósiles, sino
reapropiarnos de la crítica de la economía política para facilitar la
crítica de la economía-política-ecológica.
Bellamy Foster, J. La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza. El Viejo Topo: Madrid, 2004.
[1] James O’Connor desarrolla en profundidad el concepto de condiciones de producción basándose menos en este pasaje de El Capital que en los Grundisse.
[2]
Bellamy Foster destaca que “el concepto de metabolismo, con sus
nociones asociadas de intercambios materiales y acción reguladora, le
permitía expresar la relación humana con la naturaleza como una relación
que incluía las “condiciones impuestas por la naturaleza” y la
capacidad de los seres humanos para afectar este proceso [...] y le
proporcionaba a Marx un modo concreto de expresar la noción de la
alienación de la naturaleza (y su relación con la alienación del
trabajo), que era fundamental en su crítica a partir de sus primeros
escritos” (2004: 245).
[3]
Al respecto, Marx habría sido más influido por el economista político
escocés James Anderson quien atribuyó la existencia de una renta
diferencial principalmente a los cambios históricos en la fertilidad del
suelo (Bellamy Foster, 2004).
[4]
“La asociación, desde el punto de vista de la economía política,
aplicada a la tierra y el suelo, divide la ganancia del latifundio y es
la primera en realizar la tendencia originaria de la división, a saber,
la igualdad, porque ella produce la relación afectiva del hombre con la
tierra de manera racional y ya no mediada por la servidumbre, la
dominación y la mística estúpida de la propiedad, en tanto que la tierra
deja de ser un objeto de mercantilización y se convierte nuevamente,
mediante el trabajo y el goce libres, en una propiedad del hombre
verdadera y personal (Marx, 2004: 101)
[5]
“La libertad en ese terreno sólo puede consistir en que el hombre
socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese
metabolismo suyo con la naturaleza, poniéndolo bajo su control
colectivo, en vez de ser dominados por él como por un poder ciego; que
lo lleven a cabo con el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones
más dignas y adecuadas a su naturaleza humana” (Marx, 2000: III, 759).
[6]
La Economía Ecológica es “una crítica ecológica de la economía
convencional, [...] nuevo enfoque sobre las interrelaciones dinámicas
entre los sistemas económicos y el conjunto total de los sistemas físico
y social” (Van Hauwermeiren, 1998). Esa corriente académica
interdisciplinaria suele ser definida como “la ciencia de la gestión de
la sustentabilidad” ya que estudia al sistema económico como un sistema
abierto en relación con el sistema natural y los flujos de energía. Su
crítica se fundamenta en el estudio de los límites ecosistémicos del
desarrollo económico. Algunos de sus principales referentes son Nicholas
Georgescu-Roegen, Herman E. Daly, Joan
Martínez Alier y José Manuel Naredo.
[7] La Termodinámica es una rama de la Física que estudia los intercambios y transformaciones de energía en forma de calor.
[8]
Mediante el concepto de entropía, el cual mide el grado de orden o
desorden de un sistema, la termodinámica postula la irreversibilidad de
los procesos de utilización de la energía.
[9] En una carta dirigida a Marx el 19 de diciembre de 1882 (¡tres meses antes de la muerte de Marx…!).
[10] Carta de Marx a Engels del 25 de marzo de 1868.
[11] Botánico alemán (1810-1875) La obra a la que se refiere Marx es El clima y el mundo vegetal a través de los tiempos, una historia de ambos (1847).
[12]
Cabe destacar que al estudiar, en sus últimos años, la realidad de
Rusia a partir de un intercambio epistolar con Vera Zasúlich, Marx
planteó la posibilidad de un desarrollo alternativo al occidental para
ese país. De este modo, esa concepción lineal de la historia no era
aplicada por Marx a cualquier situación, sino que dependía del medio en
que se desenvolviera.
[13]
William Morris (1834-1896). Inglés. Su crítica al capitalismo
industrial se basaba en la idea de “trabajo inútil”, es decir, la
“producción de una cantidad ilimitada de tonterías inútiles”, lo más
barato posible, “para ser vendidas y no para ser utilizadas” (Cuerdo Mir
/ Ramos Gorostiza, 2000: 88).
[14]
Kasharov dirigió un Instituto de enseñanza de Ecología, publicó el
primer manual de ecología para la enseñanza (“Ambiente y comunidades”) y
colaboró en la publicación de la primer revista soviética de ecología
[15]
Vernadski desarrolló en 1926 el concepto de biosfera. Hizo hincapié en
el creciente deterioro del medio ambiente, el cual únicamente podría
revertirse mediante un cambio en los hábitos dietéticos y la forma de
utilización de la energía.
[16]Gorz,
A., “Ecología y libertad” (1977); “Ecología como política” (1979).
Planteó el vínculo que existe entre crisis ecológica y crisis de la
sobreacumulación, realizando una fuerte crítica al consumismo y el
productivismo.
[17] Cf. Schmidt, A. “El concepto de naturaleza en Marx” (1983).
[18] Cf. Harich, W. “¿Comunismo sin crecimiento?” (1978)
[19] Cf. Sacristán, M. “Algunos atisbos político-ecológicos de Marx” (1984)
[20] Cf. Benton, T. “The greening of Marxism” (1996).
[21] Cf. Commoner, B. “The Closing Circle: Nature, Man, and Technology” (1971).
[22] Cf. Burkett, P. “Marx and Nature: A Red and Green Perspective” (1999).
[23] Cf. Altvater, E. “¿Existe un marxismo ecológico hoy? (2003).
No hay comentarios:
Publicar un comentario