jueves, 2 de febrero de 2012

El AMANECER DE UNA ESPERANZA: 4F rebelión cívico-militar


El AMANECER DE UNA ESPERANZA:
4F rebelión cívico-militar
Por Adrián Torres Marcano
Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción.
Simón Bolívar
El sistema económico y cultural capitalista tiene como horizonte la guerra, la destrucción de la vida y la violencia. Este es el progreso que los neoliberales predican, donde la norma es la naturalización de la explotación del hombre por el hombre. Para ellos lo que importa es el mercado y no millones de seres humanos que viven sumergidos en el hambre y la miseria.
Finales de los años ´80 y principio de los ´90 fueron duros e inciertos para la clase popular venezolana, sometida a un proceso de empobrecimiento paulatino consecuencia de las políticas neoliberales llevada a cabo por los gobiernos adeco-copeyano. Dichas políticas, tenían como objetivo la privatización, lo cual implicó el desmoronamiento progresivo de la educación, el sistema de salud pública, la seguridad social, entre otros ámbitos de interés social, político y económico para las mayorías. Las élites políticas y económicas se enriquecían de forma exorbitante acrecentando la brecha de la división de clase en nuestra sociedad a causa de la apropiación de los ingresos petroleros y la venta de lo que pertenecía a todo un pueblo.
Cada día la pobreza se profundizaba. Era una normalidad situaciones en las cuales familias de nuestros barrios sólo apenas podían comer y hasta la perra-harina se hizo parte de la dieta convirtiendo a purina en una marca reconocida. Los niños henchidos pero de lombrices e insalubridad corrían por las calles, callejones, veredas y escaleras, a cada paso su niñez se desvanecía buscando la comida del día.
El sistema de salud pública estaba quebrado, se consolidaba el enfoque neoliberal de la salud como negocio. El interés privado y el lucro empresarial organizaban todos los aspectos de nuestras vidas. Las clínicas se erigían como la solución. La salud y la existencia de cada persona dependían del dinero, lo cual sólo era posible para pocos.
La educación pública en los niveles de básica, media y diversificada sólo era beneficio de quienes gozaban de padres asalariados, que, aun cuando les medio costeaban sus necesidades más elementales, se esforzaban estoicamente para que algunos de sus hijos o hijas estudiaran. De la universidad ni hablar, era un privilegio de pocos. La prueba de aptitud permitía organizar los ingresos a las diferentes escuelas de nuestras universidades desde un criterio de estratificación social. De este modo, no era extraño que estudiaran medicina los hijos de médicos y, trabajo social o educación, los hijos de un obrero. 
La represión a toda forma de manifestación era una cotidianidad. Estudiantes de educación media muertos por luchar por un pasaje estudiantil o por una educación gratuita y pública. Los estudiantes universitarios perseguidos, acosados, desaparecidos o asesinados por manifestarse contra un gobierno antipopular y demagógico.
El abuso de autoridad y la represión se ejercía como contención de la indignación social. El miedo se recreaba en un terreno fértil y en consecuencia la política sólo era asunto profesional, ejercicio de unos pocos.
Este contexto de profundas contradicciones fue la realidad vivida en el cual muchos niños y jóvenes crecimos y cuyo porvenir era incierto. La incertidumbre se convirtió en norma para las clases populares, la resignación en una forma de vivir para muchos y la indignación social hacia la situación de miseria económica y cultural en un aliento de reacción. Para los muchos, la esperanza, aún cuando nos mantenga en tensión entre lo ilusorio y lo posible, es lo último que se pierde.

De la experiencia de la revuelta a la rebelión cívico-militar
…la fuerza material está en la MASA
                                                y la moral en el MOVIMIENTO.
Simón Rodríguez.
El amanecer del 4 de febrero de 1.992 significó la síntesis de décadas de indignación social que el pacto de punto fijo trató de silenciar. Fue la expresión que concretó aquella revuelta popular del 27F de 1.989 donde la multitud se abalanzó contra todo aquello que le hicieron desear pero que no podía alcanzar. El deseo insatisfecho se hizo acción social y política de los oprimidos que respondió con violencia ante la agresión del capital. La indignación se transfiguró en agitación contra el poder establecido, expresó la desesperación, rabia y tristeza frente a las injusticias que sometían a las clases populares.
La revuelta popular del ´89 fue sin duda un momento histórico de gran importancia ya que presupuso un levantamiento contra un modelo de vida ilusorio para las mayorías empobrecidas. Además de expresar un momento de crisis de la democracia representativa y de su manifestación jurídica que garantizaba un sistema de igualdad de oportunidades sin condiciones reales para todos. Esto generó una fuerte tensión y contraste entre las necesidades básicas; las necesidades creadas por el consumismo acérrimamente promovido por los aparataros de construcción de hegemonía y las pésimas condiciones materiales que tenían las mayorías populares para asegurar su existencia.
Este marco ratificó -para muchos- cómo el sistema capitalista y su expresión neoliberal profundiza las contradicciones entre ricos y pobres, con lo cual se lleva a los pueblos a la miseria, al hambre, la persecución y el exterminio. El horizonte del sistema capitalista, representado por las corporaciones globalizadas y los Estados imperiales, es la guerra y la muerte, lo cual es la negación de la vida en todas sus expresiones y cuyo objetivo es la acumulación del capital aún cuando presuponga la aniquilación de la supervivencia.
El amanecer del 4F como acto de rebelión cívico-militar significó una ruptura histórica con la hegemonía política de los partidos tradicionales (AD-COPEI) y con la oligarquía económica dominante. Sintetizó las expectativas y necesidades de cambio de la clase popular. Hizo que las esperanzas dejaran de ser un acto de fe y se transformaran en un clamor de posibilidad, que fue recogida en aquel ¡Por ahora! de Hugo Chávez Frías.
La imagen de aquel Hugo Chávez Frías con su ¡Por ahora!, se transformó en una realidad simbólica que significó, para muchos, un respiro de esperanza. Expresó que la resignación no era el camino, que la incertidumbre nos negaba un porvenir por lo que el esfuerzo insurgente era una necesidad para superar la miseria y promover una transformación social, económica y política. Rebelarse contra el puntofijismo fue el motor de la acción liberadora, que otorgó concreción al sentido histórico de las luchas y la resistencia de las mayorías. De igual forma, evidenció que la historia es creación de los hombres y mujeres por lo que podemos encarar con esperanza el porvenir en tanto posibilidad de acción humana y horizonte histórico de afirmación desde nuestro presente mediante la acción transformadora de la realidad.
Esta rebelión inspirada en el árbol de las tres raíces, fuente filosófica y práctica en la que se evidencia la articulación de nuestra raíz bolivariana, a través de sus planteamiento de igualdad, libertad y justicia social, así como su visión de integración de América Latina y el Caribe; la raíz zamorana, con la acción emancipadora de Ezequiel Zamora en la lucha por la tierra y hombres libres, el general del pueblo soberano y de la unidad cívico-militar; y la representada por Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, el pedagogo de la educación popular, el formador de republicanos para la libertad, solidaridad e igualdad y cuya síntesis de su pensamiento y acción es la persecución de la felicidad social.
Este árbol de las tres raíces como filosofía y praxis transformadora otorga sentido estratégico a esta rebelión cívico-militar que se transformó en movimiento revolucionario y propulsor del socialismo bolivariano que nuestro pueblo encarna en esas multitudes de organizaciones sociales, movimiento de trabajadores revolucionarios, experiencias indígenas, afrodescendientes y comunitarias, en fin de hombres y mujeres, entendidos como sujetos históricos, sociales y políticos que eran invisibilizados y que existían al margen de la vida.
La rebelión del 4F recogió el espíritu de lucha y las experiencias populares de resistencia que minó el camino para un porvenir. De allí que el socialismo bolivariano tiene su estrecha relación con las luchas políticas que nuestro pueblo llevó a cabo allá por los años ´80 y ´90, impulsado por las rebeliones populares y cívico-militares del 4F y 27N de 1.992.
El 4F significó para muchos el amanecer de una esperanza y en la actualidad se concreta en la Revolución Bolivariana como esfuerzo de construcción de una voluntad histórica multitudinaria de emancipación y liberación del pueblo venezolano así como de América Latina y el Caribe.

La Revolución Bolivariana, concreción de lo posible
Instrúyanse, porque necesitamos toda nuestra inteligencia. Agítense, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitamos de toda nuestra fuerza.
Antonio Gramsci
La revolución bolivariana ha representado en estos últimos 12 años el despliegue de importantes avances de carácter social, político económico y cultural. En el ámbito de los derechos sociales se consolidan las demandas sociales, jurídicas, económicas y culturales de las clases populares permitiendo que en este momento histórico los venezolanos y venezolanas se redescubren como sujetos políticos en la construcción de un nuevo país.
Cabe destacar en este marco la participación popular asumiendo los medios de producción a través de distintas formas de organización: cooperativas, asociaciones, empresas de producción social, unidades sociales de producción, entre otras formas de asociación, con lo que se busca  sentar las bases de una nueva economía. De igual forma el reconocimiento de las poblaciones ancestrales y afrodescendientes, de sus experiencia, historicidad y contribución a la lucha por la emancipación social. En la dimensión educativa la política de alfabetización ha sido clave para la incorporación pedagógica y política de gran cantidad de hombres y mujeres marginados del ejercicio de la palabra. Asimismo la política de masificación de la educación universitaria, mediante las misiones educativas y la creación de la Universidad Bolivariana de Venezuela como espacio de compromiso ético, político y pedagógico con los oprimidos en el marco de la construcción de la nueva subjetividad transformadora.
La revolución bolivariana es un importante esfuerzo de construcción de la democracia participativa y protagónica. De constitución desde la fuerza social transformada en potencia política revolucionaria, organizada y consciente de su horizonte ético-político para el ejercicio concreto del poder popular como construcción colectiva desde la participación social de un sujeto político transformador de su realidad, capaz de organizarse y mantener el dinamismo social y político que implica un proceso revolucionario en permanente constitución; ya que, como sostuvo el Ché Guevara, la organización es la clave que permite atenazar las iniciativas que surgen... Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia. Van cayendo en la rutina, van cayendo en el conformismo y acaban por ser simplemente un recuerdo.
Lo anterior presupone un permanente proceso de formación de educar y educarnos en un nuevo concepto de trabajo y producción, como procesos emancipadores que permitan vivir una vida humana con alegría, goce y ocio creativo, que a la vez nos conduzca a la sociedad democrática y participativa fundada en valores ético-políticos del humanismo revolucionario para la construcción del socialismo bolivariano. Debe ser capaz de consolidar el papel protagónico del sujeto político revolucionario desde su capacidad de transformación desde el trabajo emancipador y ejercicio del poder político como expresión de organización multitudinaria y afirmación singular desde un horizonte común de constitución social, política y cultural.
La formación ético-política desde la consciencia de clase para la organización social, política y cultural tiene un carácter estratégico en la construcción del sujeto político de la revolución bolivariana. De modo que la inserción de los sujetos en las dinámicas sociales, en sus contextos de acción, es un proceso histórico que implica formación de subjetividad y organización de la potencia social; de construcción de espacios de movimiento social en el marco de las relaciones de poder que signan las contradicciones y las tendencias de la conflictividad social.
Se trata de superar cientos de años de modo de producir y reproducir la vida desde la dominación y esto nos impone múltiples desafíos ante los obstáculos que conspiran, no sólo desde la clase social, política y económicamente antagónica aliada a los intereses imperiales, sino de aquellos que se recrean en el interior de este proyecto político de emancipación social, y que manifiesta prácticas propias de las relaciones de poder y dominio desarrolladas en el marco del capitalismo, tales como: el individualismo, el burocratismo, el sectarismo, el paternalismo, la representatividad, el providencialismo, el verticalismo, etc.
Tenemos la necesidad de superar las contradicciones heredadas y las que emerjan en el transcurso del proceso histórico social en construcción, ya que impiden la profundización de nuestra revolución, y pueden conducir hacia el derrotero de la decepción, la melancolía y la frustración social. Lo cual sería el naufragio de los sueños de millones por la lucha de un presente y porvenir en libertad de las amarras ideológicas, económicas y políticas de un sistema de injusticia y neocoloniaje que nos impone vivir desde la inhumanidad.
El modo de producción capitalista opera como forma de relación económica y cultural. Este sistema se funda en un conjunto de valores propios de la clase dominante y los transforma en guía moral y social, cuya matriz axiológica es el individualismo. Recordemos lo que Carlos Marx en El Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte nos dice, “los hombres (y las mujeres) hacen la historia, pero no la hacen a partir de elementos libremente escogidos en circunstancias escogidas –por ellos/as- sino en circunstancias que ellos encuentran de inmediato frente a ellos/as, dadas y heredadas del pasado”. Hagamos la historia superando las contradicciones propias al modelo capitalista, fundado en el individualismo y la propiedad privada de los medios de producción que hacen del trabajo, que es siempre producto social, propiedad individual que legitima la explotación del hombre por el hombre y la destrucción de la naturaleza.
Considerando lo anterior, la actualidad del amanecer del 4F se hace palpable en la Revolución Bolivariana, por lo que es hoy la concreción de lo posible, del socialismo desde nuestra facticidad histórica, que incorpora los aportes revolucionario del pensamiento occidental, así como del saber de nuestros aborígenes, de nuestros afrodescendientes, de las experiencias de resistencia y lucha de la América Latina y caribeña, trabajadora y campesina. Es la insurgencia ante la negación de la alegría y felicidad social como proceso que se lucha y alcanza por el colectivo, contra la institución de la miseria como forma de vivir y existir. Es la rebelión contra la ahistoricidad liberal y la fragmentación social que justifica una desigualdad expresada en la división de clases en la sociedad del capital.
El horizonte del socialismo bolivariano es, como nos dice José Carlos Mariátegui, que el socialismo no sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Además de concreción colectiva, formación, participación y organización de una nueva forma de producir la vida desde la emancipación humana como proceso permanente de liberación subjetiva y social para hacer del ejercicio del poder popular una realidad. ¡Este es nuestro desafío!

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