martes, 14 de junio de 2011

Educación: ¿guerra ideológica?

Foto: Roxana Moraga

Por: Ivan Salinas
Extraído de: http://www.elquintopoder.cl/fdd/web/educacion/opinion/-/blogs/educacion-guerra-ideologica
Revista Digital Chilena Insurgente

     Cuando Villegas le pregunta a la presidenta de la Fech, Camila Vallejos, por las consignas que él dice haber visto en sus años de estudiante, comparándolas con las actuales y tachándolas de ideológicas; cuando el alcalde de Santiago, Pablo Zalaquet, habla de la “batalla ideológica” contra los colegios particular subvencionados al interpretar las demandas de los estudiantes secundarios, o cuando Lavín tacha de “sobreideologizados” a los estudiantes secundarios movilizados, estamos cayendo en un juego del terror. Terror a la ideología. Terror a la ideología instalado en un relato hecho por los más sobreideologizados del sistema: políticos y tecnócratas neoliberales.

      Cabe preguntarse, ¿qué tan separado está lo ideológico de lo material? Y en la respuesta hay que concebir las ideologías no como un agregado de “lógica de ideas” sino con las dimensiones que toda ideología tiene. Esas son al menos tres: una ideología implica una teoría que describa las relaciones sociales, una ideología representa una posición política sobre cómo deben ser distribuidos los recursos en la sociedad, y una ideología tiene niveles conscientes e inconscientes de expresión.

    
      Cualquier marco analítico para entender nuestra sociedad implica una ideología, sea eso partir por hablar de clases o hablar de individuos en sociedad. En mayor o menor medida nos ubicamos en nuestra experiencia concreta y la explicamos en términos abstractos, generando conceptos que son parte de nuestro repertorio de ideas conectadas lógicamente: nuestra ideología. Así pues, unos interpretan el mundo privilegiado hablando de oligarcas y otros lo interpretan hablando de cuicos, u otros hablan de clases populares mientras otros hablan de flaites o el “pueblo”. No importa el nivel de sofisticación, lo importante es que en cada una de esas interpretaciones hay una ideología que permite describir la sociedad y cómo nos relacionamos con otros en base a esa descripción.

Después de entender nuestra sociedad de acuerdo con nuestras más o menos sofisticadas teorías sociales, decidimos distribuir recursos en base a esas descripciones. Así, la ideología, detrás de decidir si invitar o no a alguien a un cumpleaños no se diferencia tanto entonces de decidir si poner más plata a las instituciones privadas o a las instituciones del Estado. Un cuico no va a invitar a un flaite, tal como el ministro de Educación no va a ponerle más plata al Estado. Así, nuestras ideologías describen al mismo tiempo que permiten actuar.

Por último, hay que decir que nuestras ideologías son tan inconscientes como también pueden ser altamente estructuradas en conscientes ensayos academicistas. Las formas con que nos relacionamos permiten discriminar a varios del acceso a diversos recursos, muchas veces sin intención de hacerlo. Así lo es nuestra expresión discursiva, que va más allá del habla, incluyendo nuestras formas de actuar y comportarse en la sociedad.

Inconscientemente se excluye a las mujeres cuando se escribe de manera sexista, o se excluye a los “no educados” cuando se usa y referencia tanta idea enquistada en la individualidad del trabajo académico, o se excluye a los “flaites” porque no hablan igual que los “cuicos” (o no tienen “buena presencia”).

Demonizar los argumentos de los estudiantes como “ideológicos” no hace más que negar la propia naturaleza de nuestras acciones y demostrar insensibilidad o desconocimiento a problemas que si son materiales. Las ideologías no vienen de forma natural a la mente humana, son un proceso dialéctico entre nuestras condiciones materiales y el sentido que hacemos de éstas. Decir que es ideológico pedir que el Estado sea más responsable en la educación significa más que una ideología añeja, significa que se necesita una forma distinta de distribuir los recursos recurriendo a una institución más o menos conocida, de lograr algo más de igualdad en una sociedad dominada por la ideología de la desigualdad que tantas ganancias le da a una minoría defendida por los que demonizan a las ideologías. Al final, no es una “batalla de ideologías,” es una disputa política por los recursos para personas reales, no personas ideales. Las ideologías son abstractas y no ganan, son las personas las que ganan a partir de defenderlas en política.

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