por Andrés Núñez Leites
En 2008, a instancias del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP),
la encuestadora Equipos Mori realizó un relevamiento nacional de la
percepción ciudadana de los problemas ambientales en Uruguay(1). El
resultado aportó mucha información importante, que no obstante no tuvo
la difusión que ameritaba. Un dato llama la atención y resulta
sorprendente a primera vista: a la vez que la mayoría de la población le
otorgaba una gran importancia al cuidado del medio ambiente y se
mostraba incluso propensa a aceptar reducir el crecimiento económico en
aras del cuidado del mismo, algo menos del 60% de la población
responsabilizaba a los consumidores por los problemas medio ambientales y
sólo aproximadamente el 25% responsabilizaba al estado o a las
empresas.
La responsabilidad de los consumidores es evidente y puede reconocerse
por la hipótesis de su cesación: si dejamos de consumir tal o cual
mercancía, la inviabilizamos desde el punto de vista del capital y
consiguientemente disminuimos el impacto ambiental negativo que la misma
conlleva. Algunos notables esfuerzos nacionales y sobre todo
internacionales en materia de reducción de la contaminación se han
basado en incentivar a la población a la realización de una modificación
de sus pautas de consumo, optando por bienes ambientalmente menos
contaminantes tanto en su producción, su consumo como en la disposición
final de sus restos. Campañas del estilo de "The Story of Stuff" (2)
tienen una lógica muy sólida: si los consumidores dejamos de comprar
mercancías en cuyo proceso se impacta negativamente en el medio
ambiente, cae la cadena productiva de las mismas y los productores se
ven obligados a modificar sus pautas de producción. A nivel local,
algunas ONGs ambientalistas que inervienen en escuelas y liceos públicos
y privados han promovido el "consumo responsable" a través de la moral
de "las tres R: Reducción del consumo, Reutilización de lo consumido,
Reciclado de los residuos". En todos estos casos, invariablemente la
responsabilidad recae en el consumidor y el efecto político es
alienante. ¿Por qué? Porque se construye una percepción reificada del
sujeto-consumidor, como ente soberano cuya conciencia prístina sería
capaz de por un lado percibir claramente las opciones ambientalmente más
saludables y por otro modificar sobre la sola base de su voluntad
consciente sus pautas de consumo. En todo caso la responsabilidad
gubernamental y empresarial serían una consecuencia de estas actitudes
individuales. Esta forma de culpabilización del consumidor es mayormente
equivocada e injusta. Y no digo absolutamente porque es verdad que
parte de la responsabilidad recae en los consumidores y parte de la
solución también: los humanos estamos en condiciones de percibir los
errores y modificar nuestra conducta, pero estas condiciones son
limitadas y, valga la redundancia, fuertemente condicionadas por el
sistema cultural. Es en la percepción de esas limitaciones que podemos,
sin exculpar completamente al consumidor, ponderar su responsabilidad en
el desastre ambiental del presente y colocar en su justo lugar la
responsabilidad de gobiernos y empresas.
El sujeto humano en el sistema capitalista, lejos de ser soberano de sí,
vive un espejismo de libertad de conciencia. Concretamente en cuanto a
su consumo de mercancías, el aparato publicitario no sólo le miente a
través de asociaciones simples (típicamente entre su sexualidad y su
deseo de aceptación y ascenso social y el consumo de tal o cual
mercancía) sino a través de la asociación más estructural entre el
consumo de una mercancía y las sucesivas transiciones entre las etapas
de su vida. La "fidelidad a la marca" es mucho más que un slogan: es un
programa de subjetivación markética por el cual las personas pasamos a
sostener parcialmente algunos procesos psicológicos (transiciones) a
través del auxiliar mágico de unas mercancías cuyo éxito de ventas
claramente se relaciona con su capacidad de ser identificadas como
objeto transicional o símbolo de status, pero nunca por las bondades del
producto y menos, mucho menos, por su carácter ambientalmente
"amigable". Así condicionados, las personas en nuestro rol de
consumidores encontramos casi imposible, o muy difícil, dependiendo de
la capacidad de mediación simbólica de cada cual (que a su vez se
relaciona directamente con su nivel educativo formal y/o con sus
improbables experiencias de sociabilidad por fuera o en la periferia del
capitalismo), además de económicamente muy costoso (piénsese cómo la
alimentación orgánica es un privilegio de las clases medias altas)
modificar nuestra conducta en clave ambientalmente "sostenible". Porque
el mercado afecta nuestra personalidad en un nivel inconsciente: en
nuestro deseo y en nuestra identidad. Luchar contra el consumismo es en
buena medida luchar contra nosotros mismos, es realizar una práctica de
resistencia que es insoslayable en términos de una intención genuina de
cambio social pero que debe articularse necesariamente con una lucha
social que afecte a los demás niveles de acción donde se trazan más o
menos automática o voluntariamente las estrategias de poder que nos
construyen y que reproducimos a cada paso.
La educación ambiental que sólo apunta a modificar las pautas de consumo
de los consumidores es estrictamente antiecologista, porque nos aliena
de la dimensión política colectiva del ecologismo y oscurece la enorme
responsabilidad de los gobiernos y las empresas en términos de
contaminación ambiental.
Excepto en los contados casos en que cuentan con directorios
comprometidos con el medio ambiente, dispuestos a disminuir su tasa de
ganancia en aras de un ideal ambiental, la mayoría abrumadora de las
empresas capitalistas funcionan como sistemas que desprecian el entorno o
en todo caso lo aprecian como fuente de recursos y como basurero, y
encuentran un límite solamente cuando las multas estatales y/o las
campañas ecologistas afectan su grado de lucro. Piénsese en el caso de
las plantaciones de soja transgénica y de eucaliptus, cuyos poderosos
venenos se rocían de modo irresponsable en los campos e incluso encima
de poblaciones rurales del Uruguay y de la región, a pesar de haber
abundante bibliografía científica en torno a los efectos nocivos de la
atrazina, el glifosato y otros venenos para países tercermundistas. Las
empresas encuentran un freno cuando al estado y al gobierno le resultan
políticamente "poco sustentable" permitirles mantener un determinado
nivel de daño ambiental y/o a la salud humana. Pero para que los
gobiernos puedan actuar, deben estar obligados por legislaciones más
duras que las actuales. La legislación uruguaya actual(3) pone en manos
de la empresa la realización del estudio previo de impacto ambiental,
que debe hacerse sólo cuando su producción resulta evidentemente
contaminante según la categorización previa que hace la autoridad
ambiental. Y la misma no cuenta con recursos económicos ni técnicos
suficientes, ni con la independencia técnica necesaria para evitar que
el gobierno de turno la obligue a ser más o menos condescendiente con un
proyecto empresarial u otro. Recordemos el caso vergonzoso del puente
sobre la laguna Garzón, por pensar en el gobierno actual del Frente
Amplio, cuya aprobación política antecede públicamente a la aprobación
técnica de la autoridad ambiental (que ha sido progresivamente más
benevolente con la categorización previa del proyecto, a pesar que se
realizará sobre un área supuestamente protegida en términos ambientales)
(4). Recordemos el caso de Dirox, por pensar en el penúltimo gobierno
del Partido Colorado, una empresa de capitales italianos deslocalizada
de Europa por los juicios por daño ambiental que allá enfrenta y cuyo
mal manejo de la disposición final del peligrosísimo Cromo 6 está
ampliamente documentado (5). Esta "amabilidad" gubernamental y estatal
hacia las empresas obedece tanto a que las mismas son fuente de
financiación de los partidos políticos con representación parlamentaria,
a que el crecimiento del PBI que generan mejora las cuentas fiscales,
como al hecho que los partidos políticos uruguayos tienen una imagen del
desarrollo asociado unívocamente al crecimiento económico y de la
contaminación ambiental como un "daño colateral" limitado que en todo
caso puede mitigarse o controlarse pero que no tiene mayor relevancia.
La educación ambiental solo puede ser emancipadora, generadora de
conciencia ciudadana democrática, autonomizadora de las voluntades y del
deseo si logra ponderar justamente las responsabilidades de los
consumidores, los empresarios y los gobernantes y gestores del estado.
La buena educación ambiental es necesariamente generadora de conflicto.
Conflictos de intereses territoriales en torno a los emprendimientos
productivos contaminantes particulares, que enfrentan el interés del
estado y de las empresas por un lado y el interés de las familias del
lugar por otro. Conflictos de clases sociales en un sentido más amplio
si tenemos en cuenta que, como enseñaba Illich (6), superado cierto
quantum de energía que se extrae de un ecosistema, éste se vuelve
insostenible y no puede regenerarse a un ritmo que compense la
extracción de materiales del mismo, y a la vez la gestión de ese alto
nivel de energía conlleva necesariamente a una sociabilidad jerárquica y
vuelve a la sociedad autoritaria.
Tomado de: http://elvichadero.blogspot.com
Notas:
(1) 2008-09-30 - Encuesta Medio Ambiente, Equipos Mori - [Url: http://www.dinama.gub.uy/index.php?option=com_content&view=article&id=274&Itemid=145 ] Último acceso 29 de abril de 2012
(2) The Story of Stuff (La historia de las cosas) de Annie Leonard - [Url: http://www.youtube.com/watch?v=LgZY78uwvxk ] Último acceso 29 de abril de 2012
(3) Ley Nº 16.466 MEDIO AMBIENTE - [Url: http://www0.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=16466&Anchor= ] Último acceso 29 de abril de 2012
(4) No está dada la aprobación" del puente de Laguna Garzón [Url: http://www.elobservador.com.uy/noticia/222047/34no-esta-dada-la-aprobacion34-del-puente-de-laguna-garzon/ ] Último acceso 29 de abril de 2012
(5) Uruguay: la pesadilla del cromo en la deslocalización Dirox - Luigi Esposito y Antonio Graziano [Url: http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_11873_1.html ] Último acceso 29 de abril de 2012
(6) Energía y equidad - Ivan Illich - [Url: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n28/aiill.html#5 ] Último acceso 29 de abril de 2012
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