Ernst Bloch @ David Levine |
Cuando
el estudiante Marx llegó a Berlín, en 1836, hacía cinco años que Hegel
había muerto. Pero su espíritu seguía dominando a todos como si se
en contrase a sus espaldas; hasta a los enemigos les trazaba elcamino. El
joven Marx escribe a su padre una carta en la que le dice que sesiente
cada vez más encadenado a Hegel, a pesar de su «grotesca melodía pétrea».
Bajo
la influencia de la izquierda hegeliana y, más tarde, sobre todo, de
Feuerbach, Marx fue desplazándose, triunfalmente, del espíritual hombre.
Pasó de la idea a la necesidad y a sus avatares sociales, de
los movimientos de la cabeza a los de la realidad nacidos de los
intereses económicos.
Ahora
bien, si Marx de este modo puso a Hegel de pie, Hegel por su parte
demostró que sus pies podían sustentar un recio cuerpo. Hay unas palabras
poco cuidadas del gran espiritualista que parecen escritas no ya por
el maestro del joven Marx, sino incluso por el del Marx materialista. En
1807[i] escribía Hegel desde Bamberg, donde trabajaba como redactor de un periódico, a su amigo de Jena, el mayor Knebel:«Me
he convencido por experiencia de la verdad de lo que dice la Biblia y
he hecho de ello mi estrella polar: buscad, ante todo, la comida y el
vestido, y el reino de Dios os será dado por añadidura.» (Werke, t. XVII, pp. 629 s.)
Esta
sentencia tiene en la Biblia (Mat., 6, 33), como es sabido, el tenor
contrario; es una aportación más, comprobada también en el joven Marx, a
la teoría de que la idea hegeliana no siempre necesita volverse del revés
para dejar ver la tela roja de que está formada[1].
Y justamente este volverse del revés, rasgo capital del hegelianismo,
había llegado ya, en el propio maestro, a su vencimiento, y estaba listo
para realizarse. Indudablemente, era a la idea a la que Hegel confiaba la
tarea de hacer llegar lo que sólo adviene por los cuerpos y por los
hombres, pero llegó a menudo a no confiar a la idea más tarea que lade
ser el reflejo de lo que acontece en las relaciones concretas de
la existencia presente. Esta constante legalidad dialéctica la salvaron
Marx yEngels, como escribe este último en el prólogo del Anti-Dühring,«haciéndola
pasar a la concepción histórico-materialista de la naturaleza y dela
historia». Una vez hecha concreta, la dialéctica guía todos los análisis
deMarx; como irrupción de lo nuevo a través de la apariencia y como
suspensiónconservante de lo que debe ser mantenido en suspensión[ii],
la dialéctica justifica todas las esperanzasde Marx. Es ella la que le
mueve a ver en el proletariado, no sólo la negacióndel hombre, sino
precisamente por ello, por esta deshumanización llevada alextremo, la
condición determinante de una «negación de la negación».
Lo
que termina con Marx es la dialéctica hegelianaconsiderada como el
parlamento y la réplica de un diálogo cósmico; pero ladialéctica
como proceso real es ahora precisamente cuando se pone demanifiesto. Lo
que termina con Marx es el arqueólogo hegeliano, es el
espíritudoblemente espiritualizado como recuerdo, que canceló en el
cortejo dialécticode los espíritus, no ya los espíritus mismos, sino el
cortejo, el proceso o,como diría Marx, el espacio y el tiempo de la
producción. Pero ahora es cuandose destaca visiblemente el todo real y
su substrato realmente omnipotente encalidad de materia dialéctica que
se mantiene abierta como proceso.
Esta
materia despoja a la dialéctica hegeliana de todo loque tiene de
fantasmal y la hace oscilar de un lado para el otro, pero noreduce
solamente a recuerdo el nuevo punto de apoyo. Esta materia noreduce la
esencia que sirve de fundamento a lo que ha sido, ni tampoco a
unasustancia existente desde el primer momento y que, por decirlo así,
se extiendepor todas partes, lista y terminada. La materia dialéctica no
es tampoco, porello, en modo alguno, la materia inmutable del
materialismo mecánico. Eladjetivo «dialéctica» es algo más que un simple
adorno que apenas le roce lapiel. La materia dialéctica no mira en su
totalidad hacia los horizontes delpasado, como el espíritu hegeliano del
recuerdo y como la materia mecánicadesde Demócrito, sino que mira a los
horizontes del porvenir. Laborando haciaél, hacia ese porvenir que va
implícito en ella misma y que aún no se harevelado, no sólo como
fenómeno, sino como esencia, ve el materialismodialéctico a la materia.
Marx hace a Hegel este reproche: «En
la filosofía hegelianade la historia, como en su filosofía de la
naturaleza, el hijo da a luz a lamadre, el espíritu engendra la
naturaleza, la religión cristiana produce elpaganismo, el resultado crea
el comienzo.» Pero en el materialismo mecánico elcomienzo no
engendra ni siquiera un resultado. Su materia es estéril,infecunda; en
cambio, la materia dialéctica encierra toda la vida del procesoen sí,
fuera de sí y para sí, señalado por Hegel. Su reconocimiento
hadestronado al logos de Hegel, con toda su domeñada inquietud y
suinquieta rigidez; pero, en cambio, ha recogido la herencia de su
reinohistórico. Con todas sus diversidades, cualidades y lo que ya no
es,evidentemente, algo histórico, sino lo decisivo del porvenir, la
referencia auna totalidad futura y a fondo.
Tal
es el cambio (cualitativo) de Hegel a Marx y susconsecuencias: el
cortejo de los espíritus se convierte en el proceso terrenaly el
contenido fijo del recuerdo en un fondo inagotable de materia
dialéctica.No fue, pues, la mera coincidencia de que Marx fuese
discípulo de Hegel, sinola lógica misma de la cosa, lo que hizo que se
mantuviesen a la orden del día,en el marxismo, tantos términos tomados
del lenguaje filosófico hegeliano(tales como «enajenación»,
«exteriorización», «cambio de la cantidad encalidad», etc.).
Las obras más vivas, para los marxistas, entre las de Hegel,son, por la dialéctica, la Fenomenología y la Lógica.[2] Pero
ellas no agotan la herencia, puestoque precisamente las obras
sistemáticas consagradas a la filosofía de lo realcontienen una riqueza
dialéctica siempre nueva, de contenido muy diverso.Engels escribió
su Dialéctica de la naturaleza siguiendo las huellasde Hegel, y Marx
tomó de la Filosofía del derecho hegeliana lafundamental distinción
entre «sociedad civil» y «Estado» y muchas cosas más queafectan al
contenido y que no se refieren solamente a lo «metodológico».
La Estética deHegel está construida en gran parte sobre la base de las
relaciones sociales yordenada según esas relaciones, con una perspectiva
que, aun significandosiempre el «ideal», no deja de ser concreta; allí
donde lo ideológicointerviene en la cultura, Marx se refiere a los
conceptos hegelianosconcernientes al arte. Lenin pensó en todas esas
referencias cuando definió ladoctrina de Marx «como
la continuación directa e inmediata de ladoctrina de los grandes
representantes de la filosofía, de la economía políticay del socialismo»
(Tres fuentes y tres partes constituyentes del marxismo, Obras,t. XVI,
p. 349). Muchas partes de la obra hegeliana -la que menos se dejaolvidar
a este respecto es la filosofía de la religión (izquierda
hegeliana,Feuerbach)- pertenecen por lo tanto a la historia de la
mediación del marxismo,de ese marxismo que, según ya sabemos, no está
cerrado. Así, pues, incluso entanto que «continuación», el marxismo es y
permanece como una realidad nueva enrelación no solamente con Hegel,
sino con toda la filosofía anterior a él; unarealidad nueva porque aquí
la filosofía no aparece ya -cosa que ocurría hastaentonces- como la de
una sociedad de clases, sino como la de la superación (Aufhebung)de una
sociedad de clases. Esta novedad no ha surgido, sin embargo, por
unabrupto milagro, muy al contrario: sin la filosofía clásica alemana,
sin estamediación, ella no estaría ahí.
El
hombre, dice Marx, se distingue del topo en que, antes deconstruir,
levanta los planos. Para poder actuar con éxito tiene,evidentemente, que
pensar la cosa, tenerla en la cabeza antes de ejecutarla.Pero no, como
con tanta frecuencia lo hace Hegel, acercándose a las cosas conun
concepto o un movimiento esquemático de conceptos llevados a ellas
desdefuera. El conocimiento no emerge de las honduras del propio ánimo
ni es elespectador de sí mismo: es, pura y simplemente, el reflejo de
los fenómenos dela realidad y de sus modalidades de existencia
relativamente permanentes(categorías). Marx, al igual que Hegel, no
reconoce los hechos como tales, sinosolamente como momentos de procesos.
Y esta nota procesal hace que cadaconocimiento tenga su tiempo, que la
filosofía, como Hegel dice, sea,realmente, «su tiempo captado en
pensamientos» (y no sólo el suyo, sino tambiénel que le sigue y en que
aquél se transforma ya).
En
este punto, Marx recoge íntegramente el pensamiento deHegel,
agudizándolo de un modo característico y alejándose del plan de lasimple
contemplación: «No basta que el pensamiento pugne por abrirse paso en
larealidad; es necesario que la realidad misma se esfuerce por abrirse
paso en elpensamiento.» El sujeto pensante, en esta interacción
dialéctica, se hallareferido a la coyuntura o madurez histórica del
objeto que se trata decomprender. De este modo se distingue totalmente
entre el sujeto como exponentede la simple contemplación pensante y el
sujeto de la historia real. En Hegelcoincidían ambos de un modo tan
completo como aquí se distinguen: el sujetocreador de pensamientos era
también el sujeto creador de historia, menos en elcaso del sujeto
contemplador, el de la filosofía, que llega demasiado tarde.Pero también
esta conciencia a posteriori del filósofo, a la queHegel reduce el
sujeto del pensar, es, en el fondo, el sujeto creador dehistoria, sólo
que post festum, descansando sobre sus laureles. El pensary el ser, la
cara y la cruz, coinciden en la moneda cósmica de Hegel, auncuando la
cara en estado de jubilación se limite a registrar la marcha delmundo
que ella es.
Marx,
en cambio, no ve en el sujeto creador de pensamientoabsolutamente nada,
como no sea un nido de chifladuras, de falsa conciencia,
deconsideraciones al margen de lo real, que es el proceso de producción.
O bienvalora el mismo pensamiento cuando se trate de un pensamiento
detrás del cualhaya un conocimiento concreto, un vehículo del acaecer
real, como factor de laproducción: sólo entonces, y entonces de un modo
incondicional, es estepensamiento fuente de historia. El pensamiento
como conciencia de clase, comociencia revolucionaria, convertido en una
poderosa fuerza de producción, formaparte del sujeto creador de
historia, de la historiaconscientemente hecha.
Pero,
en Marx, el sujeto fundamental no es nunca elespíritu, sino el hombre
social en la vida económica. Y tampoco es el hombreabstracto, el hombre
como simple ser genérico, el hombre de Feuerbach, sino elhombre como
conjunto de las relaciones sociales, el hombre como ser sujeto acambios
históricos, como un ser que, en última instancia, aún no se haencontrado
a sí mismo ni se ha emancipado.
De
este modo, la relación dialéctica entre sujeto y objeto,en la que el
uno corrige y hace cambiar continuamente al otro, labora,esencialmente,
en la infraestructura económico-técnica de la historia, quehasta aquí es
lo mismo que el edificio, en el reino social de los intereses yno en el
reino celestial de las ideas. Marx interpreta en este sentido
la Fenomenología deHegel, como si realmente su autor, en contra de su
propio idealismo, hubiesemantenido esta dialéctica material. Lo grande
de la Fenomenología, asíentendida, está, de una parte, en que «Hegel concibe la creación del hombre porsí mismo como un proceso», y, de otra parte, y sobre todo, en que «capta
laesencia del trabajo y concibe al hombre objetivo, al hombre
verdadero, por serel real, como el resultado de su propio trabajo».
Así
es como la creación por sí mismo del saber absoluto seconvierte en la
creación del hombre por sí mismo a través del trabajo; eldevenir para sí
del Espíritu (que también en Hegel es una faena dura, no sesabe por
qué) se convierte en la historia real. Esta historia existe
únicamentecomo una historia dialéctico-material, como una historia
agitada toda ella porlas luchas de clases, al final de la cual aparece
como meta la «emancipacióndel hombre».
Hegel
había puesto fin a su Historia de la filosofía conuna cita de Virgilio
ligeramente modificada: Tantae moles eras se ipsamcognoscere
mentem (tanto trabajo costó el que el espíritu llegara aconocerse a sí
mismo). Para Marx, este esfuerzo no fue nunca puramenteespiritual. Y
aunque, al igual que Hegel, tomara como tema de la historiahumana la
antigua inscripción grabada en el templo de Delfos: «Conócete a
timismo», distaba mucho de definir el conocimiento de sí mismo,
coincidiendo conla izquierda hegeliana, como la simple «filosofía de la
autoconciencia». Elconocimiento de sí mismo, en Marx, pasa a ser algo
activo, es el conocimientoque el obrero adquiere de sí mismo al
comprenderse como hombre convertido enmercancía y, al mismo tiempo, como
un sujeto creador de valores, lo que superarevolucionariamente su
carácter de mercancía. Tal es la práctica de lainscripción délfica en
Marx: una supresión de la enajenación, supresiónefectiva que desemboca
en la praxis. En una praxis que hace penetrar tanprofundamente como le
es posible, en el aparente decreto del azar y en eldestino que la
reificación ha tornado opaco, el proceso de producción y lasrelaciones
humanas que ese proceso pone en marcha.
La
dialéctica, así concebida, tiene que resignarse a noseguir siendo el
procedimiento con que se abordan desde fuera las cosas. Enrealidad,
tampoco ésta había sido la intención de Hegel, tampoco éste gustabade
una metodología separada de la materia, tampoco él profesaba, como
hemosvisto, una teoría del conocimiento que diese vueltas por fuera
alrededor de lascosas. No obstante, Hegel desarrolla su dialéctica como
una dialéctica puramenteidealista, la cual, aunque habla mucho del país y
de las gentes, habla de ellosiempre como contando lo que ha visto en un
viaje apriorístico.
Para
Marx, en cambio, la dialéctica no es nunca un métodoempleado para
elaborar la historia, sino que es la historia misma. La burguesíadentro
de la sociedad feudal, el proletariado dentro de la sociedad
burguesa,las crisis nacidas del contraste entre el régimen de producción
de la granindustria, que es ya un régimen de producción colectivo, y
las relaciones deproducción del capitalismo privado: todas estas
contradicciones, surgidas en elseno de la sociedad existente en un
momento dado, no son contradicciones que setransporten a la cosa misma
de un modo teórico-metodológico, ni son tampocosimples fenómenos
superficiales susceptibles de ser remendados, sino que formanparte, como
Marx enseña, del modo de existir de la cosa, de la dialéctica de
suesencia. La contradicción de una sociedad, cuando se ve llevada al
extremo,empuja en la realidad hacia su superación, no en un libro sobre
la realidad,para dar satisfacción al espíritu y dejar que en la realidad
misma sigan lascosas como hasta allí. No; las cosas, en la realidad,
nunca siguen siendo lasmismas, pues la fuerza creadora del conocimiento
dialéctico revolucionario haceque marchen siempre hacia algo nuevo y
mejor, y esto es posible graciasprecisamente a la dialéctica real de la
materia misma, a este sustrato en elque, por lo demás, no queda nunca
piedra sobre piedra y en el que, ciertamente,sólo por medio del hombre
de acción conocedor, como última forma de la materia,es posible
construir con las piedras movedizas una casa y una patria, es decir,lo
que los antiguos utopistas llamaban elregnum hominis, el mundo para
loshombres.
Pues
bien, para poder mover así el mundo, como fragmento deluniverso y en
él, la dialéctica tiene que ser, para Marx, lo que en efecto
es: historia.Todas las categorías y todas las «esferas» (el derecho, el
arte, la ciencia)funcionan únicamente, en una realidad que se desplaza
históricamente, comoformas de la existencia actual que, lejos de formar
un sistema cerrado quepermanezca igual a sí mismo, varían de una
sociedad a otra; sobre todo, noexiste para estas «esferas» (para la
supraestructura cultural) ninguna clase deautarquía, que Hegel sí les
reconoce.
Marx
afirma también la existencia de un medio históricounitario (de una
esencia mediadora) en lo que se refiere a la naturaleza: «Sólouna
ciencia conocemos, la ciencia de la historia. La historia puede
enfocarsedesde dos puntos de vista, el de la historia de la naturaleza y
el de lahistoria de los hombres. Sin embargo, se trata de dos aspectos
inseparables;mientras existan hombres se condicionarán mutuamente la
historia de lanaturaleza y la historia de los hombres.» (La Ideología Alemana, 1846.)
Pero
lo fundamental, lo que aparece constantemente reiteradoen toda esta
dialéctica hegeliana puesta de pie: no debe permanecer jamás enuna
actitud puramente contemplativa. El sujeto de esta relación
sujeto-objetodel materialismo panhistórico aparece determinado como un
sujeto activo,realmente creador. Y este rasgo anticontemplativo de Marx
se dirige siempretanto contra el materialismo a la antigua usanza como
contra Hegel. Ya en sutesis doctoral, Marx echaba de menos en Demócrito,
el primer gran materialista,el «principio energético»; y, consecuente
con ello, reprochaba a Feuerbach elque también su materialismo fuese
puramente contemplativo, demasiadoobjetivista. De tal modo que, aquí, la
realidad, mucho más que en Hegel, «seconcibe solamente bajo la forma
del objeto o de la intuición, pero no comoactividad humana sensible,
como práctica, no de un modo subjetivo» (Tesis sobreFeuerbach, 1845.)
Nos encontraríamos así, en Hegel, con que «el
lado activo,por oposición al materialismo, es desarrollado por el
idealismo, pero sólo deun modo abstracto, ya que el idealismo, como es
natural, no conoce, como tal,la actividad real, sensible». Por
consiguiente, Marx no cree, en últimainstancia, que Hegel dé totalmente
de lado a lo «existencial» o «intensivo»,como creían los antihegelianos
Kierkegaard y Schelling, mirando la cosa através de su idealismo
«positivo». Marx acentúa siempre en la dialécticahegeliana la relación
existente sujeto-objeto y nos enseña que el sujeto,que en Hegel no
faltaba, por muy abstracto que fuese, es un poder material.Marx muestra
que la vida humana es lo único existente en el conjunto derelaciones
sociales condicionantes, pero no deja de presentar al hombre, con
sutrabajo, como instaurador y modificador de esas relaciones. Y en el
lugar de laconfusión mecánica de un mundo en el que absolutamente nada
tiene sentidoaparte de una necesidad externa, Marx conserva la tradición
viva, transmitidapor Hegel, de un humanismo del desarrollo que viene de
Leibniz. Todo eluniverso es aquí un sistema abierto de luces que se
cruzan dialécticamentemediante un trabajo de interacción. Su ápice es la
humanidad ya objetivamenteno alienada entre objetos que ya no son
alienados. Tal es la vida de Hegel enMarx; un tipo de sociedad distinto
de aquel en que Hegel desarrolló su obra depensamiento es el que hoy
reivindica la herencia de la filosofía clásicaalemana.
Textos
** «Los filósofos no hanhecho más que interpretar el mundo de diversos modos; de lo que se trata es detransformarlo.» (Tesis sobre Feuerbach, 1845.)
«Los viejos hegelianoslo habían comprendido todo desde el momento en que lo reducían a una de lascategorías lógicas de Hegel. Los neohegelianos lo criticaban todo sin más quedeslizar en ello estas o las otras representaciones religiosas, o de declararlocomo téblógico. Los neohegelianos coinciden con los viejos hegelianos en la feen el imperio de la religión, de los conceptos, de lo universal, en el mundoexistente. Lo que ocurre es que los unos combaten este imperio como unausurpación, mientras que los otros lo aclaman como legítimo.
** Una vez que lospensamientos imperantes se separan de los individuos imperantes y, sobre todo,de las relaciones nacidas de una determinada fase de las condiciones deproducción, llegando por este camino al resultado de que en la historiagobiernan siempre los pensamientos, es muy fácil abstraer de estos diversospensamientos el pensamiento, la idea, etc., como lo que domina en la historia,concibiendo así todos estos diversos pensamientos y conceptos como"autodeterminaciones" del concepto que en la historia se desarrolla.Esto es lo que hace la filosofía especulativa.» (Ideología alemana,Introducción, 1845-1846.)
** «¿Cree la críticacrítica haber llegado ni siquiera al comienzo del conocimiento de la realidadhistórica, mientras excluya del movimiento histórico el comportamiento teóricoy práctico del hombre ante la naturaleza, las ciencias naturales y laindustria? ¿O cree haber conocido ya, en realidad, un período cualquiera, sinhaber conocido, por ejemplo, la industria de este período, el régimen inmediatode producción de la vida misma? Claro está que la crítica espiritualista,teológica, la crítica crítica, sólo conoce -por lo menos, en su imaginación-las grandes acciones políticas, literarias y teológicas de la historia. Delmismo modo que separa el pensamiento de los sentidos, el alma del cuerpo, quese separa a sí misma del mundo, separa la historia de las ciencias naturales yde la industria, y no ve la cuna de la historia en la burda producción materialde la tierra, sino en las vaporosas nubes del cielo.» (La Sagrada Familia,1844-1845.)
** «Hegel se queda dosveces a mitad de camino: una vez, cuando presenta la filosofía como laexistencia del espíritu absoluto, pero negándose, al mismo tiempo, a presentaral individuo filosófico real como el espíritu absoluto; otra vez, cuando sólocomo espectáculo deja que el espíritu absoluto haga historia. En efecto, comoel espíritu absoluto sólo post festum llega a cobrar conciencia como espíritucreador del mundo en los filósofos, su fabricación de la historia sólo existeen la conciencia, en la opinión y en la representación del filósofo, en laimaginación especulativa.» (Ibídem.)
** «Lo grande de laFenomenología de Hegel y de su resultado final -la dialéctica, la negatividad,como el principio motor y creador- consiste, de una parte, en que Hegel concibela creación del hombre por sí mismo como un proceso, la objetivación comoenfrentamiento, como enajenación y como superación de esta enajenación; esdecir, en que capta la esencia del trabajo y comprende al hombre objetivo, alhombre verdadero, real, como resultado de su propio trabajo.» (Manuscritoseconómico-filosóficos, 1844.)
** «Me declaréabiertamente discípulo de aquel gran pensador, llegando incluso a coquetear, devez en cuando, en el capítulo consagrado a la teoría del valor, con su lenguajepeculiar. El hecho de que la dialéctica sufra en manos de Hegel unamistificación, no obsta para que este filósofo fuese el primero que supoexponer de un modo amplio y consciente sus modalidades generales. Lo que ocurrees que en él la dialéctica aparece invertida. No hay más que volverla delrevés, y en seguida se descubre bajo la corteza mística la semilla racional.
La dialécticamistificada estaba de moda en Alemania, porque parecía transfigurar loexistente. Reducida a su forma racional, es el escándalo y el azote de laburguesía y de sus portavoces doctrinarios, porque en la inteligencia yexplicación positiva de lo que existe abriga a la par la inteligencia de sunegación, de su muerte forzosa; porque enfoca toda forma actual en plenomovimiento, sin omitir, por tanto, lo que tiene de perecedero, sin dejarseasustar por nada, crítica y revolucionaria por esencia.» (El capital,postfacio a la 2a ed., 1873.)
** «El mismo espíritu queconstruye los ferrocarriles con las manos de los obreros es el que construyelos sistemas filosóficos en el cerebro de los filósofos. La filosofía no vivefuera del mundo, como el cerebro no vive fuera del hombre por el mero hecho deque no tenga su sede en el estómago; es cierto que la filosofía asoma al mundocon el cerebro antes de pisar con los pies en la tierra, mientras que muchasotras esferas humanas pisan con los pies en la tierra y arrancan con las manoslos frutos del mundo, mucho antes de que puedan siquiera sospechar que tambiénla cabeza es de este mundo o que este mundo es el mundo de la cabeza.» (Gacetadel Rin, 14 julio 1842.)
** «Así como la filosofíaencuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra enla filosofía sus armas espirituales, y tan pronto como el rayo del pensamientoprenda a fondo en este candoroso suelo popular, se realizará la emancipación delos alemanes como hombres. La filosofía no puede realizarse sin la superacióndel proletariado; el proletariado, a su vez, no puede superarse sin larealización de la filosofía.» (Contribución a la crítica de la Filosofíadel Derecho de Hegel, 1844.)
Notas
i. El 30 de agosto (Correspondencia, I, p.186).
ii. Aquí
se traduce “Aufhebung” por“suspensión”, dado que el propio autor está
jugando con la diversidad desentidos del término alemán. (Nota de la
edición digital.)
1. Así
lo veíamos a propósito de laantropologización feuerbachiana de la
religión, y así se confirmó, también,sobre todo, en el punto fundamental
de la filosofía de Hegel, en la teoría delcambio cualitativo. Tampoco
esta teoría es construida por Marx «trayéndola dela Luna», por la
sencilla razón de que ya en Hegel no moraba en la Lunaúnicamente, ni
eso, siquiera, era una herejía que flotase en el aire como unfantasma.
Además de ello, la dialéctica hegeliana reflejaba los procesos
másreales, traducía en la superficie, entre las premisas y la
conclusión, lo mismoque de un modo real ocurría por debajo de ella entre
los hombres en lasrelaciones concretas de la existencia.Esta última
vitalidad la toma Marx deHegel, y con ella adquiere seriedad la
ramificadísima meditación. Es la verdadque Marx dijo una vez que no
había hecho sino «coquetear» con la manerapeculiar de expresarse de
Hegel; pero esta actitud, no muy comprometedora, serefiere solamente,
expressis verbis, al modo (le expresarse y no, como losrevisionistas se
empeñan en entender, falseando a Marx, a la dialéctica misma,que Marx
hizo suya ya para siempre y a lo largo de toda su obra. La
dialécticaguía todos sus análisis e ilustra, como el gusano en la
manzana, pero tambiéncomo la mariposa en el capullo, todas sus
esperanzas. Es ella la que lepermite, a diferencia de los anteriores
utopistas, de los utopistas abstractos,ver en la miseria, además de la
miseria, el punto en que ésta hace crisis y secambia en rebeldía.
2. Algunos,
como Georg Lukács, llegan inclusoa limitar la herencia de Hegel al
método por el que luchó, entendiendo que «elcuerpo muerto del sistema
escrito» sólo tiene interés, hoy, como «botín defilólogos y fabricantes
de sistemas» (Geschichte und Klassenbewusstsein, 1923,p. 31). Pero no
perdamos de vista esto: Engels escribió una dialéctica de lanaturaleza
siguiendo las huellas de Hegel, y Marx tomó de la filosofíahegeliana del
derecho la fundamental distinción entre «Estado» y «sociedadcivil», y
muchas cosas más que afectan al contenido y que no se refierensolamente a
lo «metodológico». Todo Hegel forma parte de la historia de lasideas
del marxismo -que, como es sabido, no forma una unidad cerrada-,
aunquehay que reconocer que ha sido el método dialéctico lo que más a
fondo influyóen él.
http://www.marxists.org/espanol/bloch/1949/a.htm |
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