Por Adrián Torres Marcano
Mario
Benedetti decía que “de dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo (agregaría
la nueva subjetividad, más allá de cualquier universal): de la derecha cuando
es diestra, de la izquierda cuando es siniestra”. De igual forma, hay que
cuidarse de cualquier conservadurismo cuyo talante siempre es el mismo:
esencialista, moralista, teológico, trascendente, excluyente y discriminador,
por más que dé rodeos en lugares comunes o palaras vacías para insertarse en un
discurso disociado realmente de una práctica emancipadora de los sujetos en sus
relaciones concretas de existencia.
Desde
cualquier lugar en el cual se sitúe, el conservadurismo, bien sea de la
“derecha siniestra” o de una “izquierda diestra”, se alinea en favorecer
tradiciones patriarcales y son adversos a los cambios políticos, sociales o
económicos radicales y de las opciones sexuales, clasificando a los individuos
en categorías universales como "homosexual", "heterosexual",
"hombre" o "mujer", "transexualidad" o
"travestismo". Con esto se asume una práctica discriminadora de la
orientación sexual y de la identidad sexual o de género de los sujetos. La
discriminación sexual, en tanto forma de esencialismo, propugna que los
individuos pueden ser entendidos o juzgados basándose simplemente en las
características del grupo al que pertenecen: en este caso, a su grupo sexual:
masculino o femenino. Esto asume que todos los individuos “encajan” en la
categoría de “masculinos” o “femeninos” y no tiene en cuenta a las personas
intersexuales que nacen con características sexuales de ambos grupos. También
asume características homogéneas para todos los varones del grupo “masculino” y
todas las mujeres del “femenino”, sin tener en cuenta las enormes diferencias
que puedan darse dentro de ellos. La sociedad no consta simplemente de diversos
individuos (lo que sería una colección), sino de una multiplicidad de
individuos en relaciones sociales, económicas, culturales, intercorpóreas,
sexuales, etc.
Si hay transformación social revolucionaria
ésta no sólo lo es en la dimensión económica sino también en la dimensión
cultural, atravesando la corporeidad de los individuos, la forma de asumirla,
creando nuevos valores desde una perspectiva emancipadora tanto de la
explotación material (económica) como del dominio corpóreo (el cuerpo) e ideológico (cultural),
generando un proceso –multidimensional– de liberación sobre la represión
respecto a nuestra vida corpórea.
Asumirse
revolucionario, insurgente o rebelde y alinearse desde el fundamentalismo
conservador el cual discrimina al otro por su orientación sexual, sin ver que
su reconocimiento es parte de la lucha por la emancipación de las ataduras
culturales de la formación social capitalista del mundo burgués, es una estafa.
De igual forma, es cuestionable aquel que desde una orientación sexual
determinada que es disidente al modelo hegemónico patriarcal acepta la
discriminación o reproduce el
esencialismo –desde su situación– constituyéndose en espacios cerrados y
excluyentes de quienes no se identifican con una ilusoria “identidad última” o
una “identidad idéntica”.
La
unidad es en la diversidad y la multitud de relaciones y de subjetividades que pueden
enmarcarse en luchas comunes desde su singularidad para así crear espacio en
común. La lucha es contra una formación social depredadora de la vida, generada
y sostenida por sujetos de carne y huesos, ubicados socialmente desde sus
intereses, a partir de los cuales ejerce dominio y construyen consenso cultural
y moral, haciendo del goce una banalidad, del cuerpo una mercancía para la
venta y del trabajo un mecanismo de negación de lo humano.
Las
transformaciones sociales, políticas y culturales son tales cuando logran
trastocar, penetrar y abolir o superar concepciones de mundo que expresan
formas de vivir, de relaciones entre los sujetos en una determinada sociedad.
Si pasa todo lo contrario entonces es demagogia y ésta es engaño. El fascismo
como ideología expresa prácticas concretas y habla del pueblo pero sin que los
muchos gobiernen, o sea generar espacios de autodeterminación. Hacer una
revolución sin cuestionar la hipócrita moralidad burguesa la cual expone
modelos de los “bueno y malo” en las acciones y hasta en la forma de ser de los
sujetos, ¿será revolución? Esta categoría se ha ido vaciando por las
inconsistencias y banalizado cada vez más.
Cuando
en VTV vemos programas como Cayendo y
corriendo, La hojilla o escuchamos
al canciller Nicolás Maduro situando la discusión con el antagónico político mediante
la burla de quienes etiquetan de “floridos”, “maricones” o “mariconzones”,
entre otros (des)calificativos, entonces me pregunto: ¿acaso lo necesario no es
evidenciar el antagonismo político, social, cultural e histórico de los
intereses de la burguesía? Wilhelm Reich (1980) en Materialismo Dialectico y Psicoanálisis explica la racionalidad
burguesa en torno a la sexualidad de la siguiente forma:
La
revolución burguesa del siglo XIX acabó en gran medida con el modo de
producción feudal, y opuso ideas libertarias a la religión y a sus formas
morales. Sin embargo, como ocurrió en Francia, el rompimiento con la moral
religiosa se preparó desde el tiempo de la Revolución francesa. La burguesía
parecía llevar en su seno los gérmenes de una moral que se oponía a la moral
religiosa en general, y a la moral sexual en particular. Pero de la misma
manera en que la burguesía se volvió reaccionaria después de consolidar su
poder y el modo de producción capitalista volvió a aceptar la religión porque
la necesitaba para mantenerle subyugado al proletariado que entre tanto se
había desarrollado, así también aceptó, nuevamente la moral sexual de la
iglesia, que, si bien bajo una forma algo diferente, es esencialmente igual. La
condenación de la sexualidad, el matrimonio monógamo, la castidad de los
adolescentes y con ella el desgarramiento de la sexualidad masculina
revistieron entonces un nuevo contenido económico, un contenido capitalista. La
burguesía que derribó al feudalismo y adquirió las costumbres y necesidades
culturales de la vida feudal tenía que divorciarse también del “pueblo” a
través de sus normas morales y de esta manera limitar cada vez más las
necesidades sexuales (pp. 69-70).
Jugar
con el imaginario conservador machista y exacerbarlo es promover prácticas
fascistoides y androcéntricas que, como arriba se expuso, evidencia el talante
burgués de tal actitud y una profunda incomprensión de las singularidades,
sujetos de acción y lucha en la actualidad. ¡Esto no es un juego! Como dice La
Polla Records en su canción Animal
sin nombre: “…tú que te quejas de la
represión, la vas creando a tu alrededor, cuando te ríes de un maricón,
demuestras tu poquita clase”. La lucha por la emancipación humana es por la
liberación en todas las dimensiones de la vida, incluyendo la sexual. En la
sociedad capitalista, en los sectores subalternos, todas y todos somos
explotados, vivimos una vida inhumana y sufrimos la discriminación bien sea por
cuestiones de “raza”, “sexo” y/o “clase”. Así que no seamos cómplices de la
exclusión, el fascismo encubierto, el androcentrismo y el moralismo
reaccionario de la religión. Para finalizar comparto en extenso la letra de la
canción de La Polla Records, para la
reflexión de todas y todos:
Tu que presumes de ser liberal
Quiero proponerte algo
Ya que abres la boca contra la moral
Pregúntate si no eres gay
Si preguntarte te parece mal
Tú y yo sabemos lo que vales
Si te parece que es anormal
Gózate con tu saber
Y piérdete, y piérdete
Tú que te quejas de la represión
la vas creando a tu alrededor
cuando te ríes de un maricón
demuestras tu poquita clase
Lleno de teoría social
Pero te dejabas algo
Lo cogí algo que iba detrás
Era el sexo de tus revoluciones
Y estás muy mal, estás fatal
Disfruta, disfruta, disfruta tu
cuerpo
Tu coco lo agradecerá
La Polla
Records, Animal sin nombre
Muy bueno compa, es necesario reconstruir una concepción del sujeto y la subjetividad enmarcadas en una totalidad humana viviente corporalizada, romper con la dualidad metafísica mente-cuerpo que justifica la dominación de los cuerpos, la esclavitud.
ResponderEliminar