sinistrainrete.info
Traducción de Nemoniente. |
Este texto es un
fragmento de la intervención de Toni Negri con ocasión de una
conferencia celebrada en Londres en mayo de 2009 en el Birbeck
Institute, por iniciativa de Alain Badiou y Slavoj Žižek, bajo el título
On the idea of Communism. Los actos de este encuentro, que ha visto la
participación de algunos de los principales filósofos contemporáneos,
están recogidos en un libro que ha sido publicado en Francia, España e
Inglaterra [1]. En Italia, con el título La idea de
comunismo, estará disponible en el mes de abril en el catálogo de
DeriveApprodi. El texto a continuación no es la versión completa de la
intervención.
***
La afirmación de
que la historia es la historia de la lucha de clases, está en la base
del materialismo histórico. Cuando el materialista histórico indaga
sobre la lucha de clases, lo hace a través de la crítica de la economía
política. La crítica concluye que el sentido de la historia de la lucha
de clases es el comunismo: «el movimiento real que destruye el estado de
cosas presente». Se trata de permanecer dentro de este movimiento. Se
objeta a menudo que estas afirmaciones son expresiones de una filosofía
de la historia. A mí sin embargo no me parece que pueda confundirse el
sentido político de la crítica con un telos de la historia. En el curso
de la historia, las fuerzas productivas normalmente producen las
relaciones sociales y las instituciones dentro de las cuales son
retenidas y dominadas: esto parece evidente, esto registra todo
determinismo histórico. ¿Por qué entonces pensar que una eventual
inversión de esta situación y la liberación de las fuerzas productivas
del dominio de las relaciones capitalistas de producción costituyen
(según el sentido operativo de la lucha de clases) una ilusión
histórica, una ideología política, un no-sentido metafísico? Trataremos
de demostrar lo contrario.
Algunos
dicen que no es posible asumir esta afirmación porque la historia está
tan predeterminata y tan completamente dominada por el capital que
mantener esta afirmación es ineficaz e inverificable. Pero quienes dicen
esto olvidan que el capital es siempre una relación de fuerza. Puede
organizar una total, completa hegemonía pero no representa siempre sino
un dominio particular dentro de una relación de fuerza. No existiría el
concepto de capital, y menos su realidad en sus históricas variaciones,
si no hubiese siempre un proletariado al que el capital explota pero que
es, al mismo tiempo, trabajo vivo productor de capital. La lucha de
clases es la relación de fuerza que se expresa entre el patrón y el
proletariado: esta relación se despliega entre explotación y dominio
capitalista, y se instaura en instituciones que organizan la producción
del beneficio y su circulación.
Algunos, al sostener que la historia no puede ser simplemente reducida a la lucha de clase asumen que dentro de esta permanece la consistencia de un «valor de uso». Lo califican como el valor de la fuerza de trabajo o como valor de la naturaleza y de los contornos ecológicos del del trabajo humano. Per esta afirmación, no siendo radicalmente insuficiente para explicar el desarrollo capitalista, es sin duda incorrecta para describir la actual situación. En efecto, el capital ha conquistado y ha subsumido la vida entera, su hegemonía es global. ¡Ya no hay lugar para los narodniki! [2] Es en esta actualidad, y no en otras condiciones,que se desarrolla la lucha de clases: la relación de clase se construye sobre estas determinaciones históricas (el determinismo histórico) y nuevas producciones de subjetividad (igualmente del patrón y del proletario). Lo que nos interesa antes que nada subrayar es que no ya no hay ningín «afuera» en este contexto, que la lucha de clases (no solo la lucha sino la consistencia de los sujetos en la lucha) se da hoy totalmente «dentro», que, por tanto, aquí ya no hay ningún recuerdo ni ningún reflejo del «valor de uso». Estamos completamente inmersos en el mundo del «valor de cambio», en su brutal y feroz realidad.
Algunos, al sostener que la historia no puede ser simplemente reducida a la lucha de clase asumen que dentro de esta permanece la consistencia de un «valor de uso». Lo califican como el valor de la fuerza de trabajo o como valor de la naturaleza y de los contornos ecológicos del del trabajo humano. Per esta afirmación, no siendo radicalmente insuficiente para explicar el desarrollo capitalista, es sin duda incorrecta para describir la actual situación. En efecto, el capital ha conquistado y ha subsumido la vida entera, su hegemonía es global. ¡Ya no hay lugar para los narodniki! [2] Es en esta actualidad, y no en otras condiciones,que se desarrolla la lucha de clases: la relación de clase se construye sobre estas determinaciones históricas (el determinismo histórico) y nuevas producciones de subjetividad (igualmente del patrón y del proletario). Lo que nos interesa antes que nada subrayar es que no ya no hay ningín «afuera» en este contexto, que la lucha de clases (no solo la lucha sino la consistencia de los sujetos en la lucha) se da hoy totalmente «dentro», que, por tanto, aquí ya no hay ningún recuerdo ni ningún reflejo del «valor de uso». Estamos completamente inmersos en el mundo del «valor de cambio», en su brutal y feroz realidad.
El
materialismo histórico nos explica cómo y por qué el valor de cambio se
presenta como realidad central de la lucha de clases: «en la sociedad
burguesa el trabajador ya no tiene una existencia objetiva, existe solo
subjetivamente [en la relación de capital]; pero lo que se le contrapone
[la acumulación del valore de cambio] deviene ahora la comunidad real
(das wahre Gemeinwesen)» dice Marx (Grundrisse, trad. it. Grillo, vol.II
pp.123-124). Aquí, el proletario «trata de construir esta Gemeinwesen
pero es a su vez engullido por ella.» Cierto, pero es en esta
alternativa de apropiación –la capitalista contra la obrera– que el
capital definitivamente se muestra como una relación. El comunismo
comienza a configurarse cuando el proletario se pone el objetivo de
reapropriarse la Gemeinwesen para trasformorla en una nueva sociedad.
Por
tanto el valor de cambio es muy importante. Es la realidad social
común, construida y consolidada de manera que ya no puede ser reducida a
la circulación simple del trabajo, de la moneda, del capital mismo.
Plusvalor transformado en beneficio, beneficio acumulado, renta
propietaria e immobiliaria, capital fijo, finanzas, acumulación de
materias primas, máquinas y dispositivos productivos lanzados al
espacio, redes de comunicación... y finalmente, sobre todo, el dinero,
el gran paradigma común: «eso mismo, el dinero, es la comunidad (Gemeinwesen),
y no puede soportar una superior» (Marx, Grundrisse vol. I p.183). Esta
es la determinación histórica. El valor de cambio se da en forma común.
Gemeinwesen. Aquí. En este mundo. No hay otro, no hay afuera.
Consideremos
por ejemplo el mundo de las finanzas: ¿quién no piensa ya en el dinero
como la forma de las finanzas? Es ahora como la tierra común en la que
se fijó la Heimat [3],
la consistencia de las poblaciones al término de la «edad gótica»,
cuando la posesión era organizada en los comunes. Hoy aquellos comunes,
aquella tierra, han pasado a ser valores de cambio, en las manos de los
capitalistas. Si queremos recuperar aquella tierra, la encontraremos tal
como ha sido transformada por la apropiación capitalista, sucia del
valor de cambio: hemos perdido toda ilusión de poseer una realidad pura e
ingenua.
Cuando Spinoza nos cuenta que en el Jubileo hebreo
todas las deudas se condonaban y se restauraba la igualdad de los
ciudadanos; cuando Maquiavelo insiste en que las «leyes agrarias»
renovaban continuamente la República romana porque la reapropiación
plebeya de la tierra renovaba también el proceso democrático, bien,
ellos podían ilusionarse con retornar a la naturaleza y a la democracia.
Para nosotros, liberar la fuerza de trabajo, ser comunistas,
significará sin embargo reapropiarse de aquella realidad común que ya no
es originaria, que ya no es democráticamente deseable, sino que hemos
reproducido con sangre y fatiga y que se nos opone como poder al que nos
enfrentamos.
Pero no debemos desanimarnos. Como Gramsci nos ha
enseñado (en su lectura de la lucha de clases), el materialismo
histórico supone capturar, a través de las diversas experiencias de uso
proletario de las tecnologías y de la organización social capitalista,
la metamorfosis continua de la figura, mejor de la antropología misma,
del trabajador. Nos encontramos así en un nuevo punto. Porque aquí se
trata de una auténtica metamorfosis que continuamente el trabajador
impone al capital, al mismo tiempo que, luchando, se transforma a sí
mismo. Las épocas o ciclos de la lucha de clases miden la propria
consistencia ontológica de esta base antropológica. Por tanto ya no hay
naturaleza, no hay identidad, ni género ni raza, que pueda resistir a
este movimiento de transformación, a esta metamorfosis histórica de la
relación entre capital y trabajo. La multitud se forma y siempre se
recalifica a partir de esta dinámica.
Esto vale también para la
definición del tiempo de la lucha de clases. Cuando la lucha de clases
se muestra como producción y transformación de subjetividad, el proceso
revolucionario se caracteriza por una temporalidad larga, por la
acumulación ontológica de contrapoder, por el «optimismo» de la fueza
material «de la razón» proletaria –aquel deseo que, spinozianamente, se
hace solidaridad, aquel amor que es siempre racional (y por un análogo
«pesimismo de la voluntad» Spinoza recomendaba «caute!» [4]
cuando las pasiones se movían para construir estructuras políticas de
libertad). Por lo tanto, para orientarnos, no son las emergencias
aleatorias de la rebelión aquellas chispas divinas de la esperanza que
pueden trazar recorridos de luz en la noche. Son más bien la fatiga y el
trabajo de la organización, el esfuerzo crítico continuo, el riesgo
calculado de la insurrección. La imaginación filosófica puede dar color a
la realidad pero no puede sustituir al cansancio del hacer-historia: el
evento es siempre un resultado y no un origen.
2) Ser comunistas es estar contra el Estado.
El Estado es la fuerza que organiza, de manera siempre normal y siempre
excepcional, las relaciones que constituyen el capital y que
disciplinan los conflictos que se dan entre capitalistas y fuerza de
trabajo proletaria. Este estar contra el Estado se dirige no solo contra
las formas en las que se organizan la propiedad privada y el posesión
privada de los medios de producción, sino también contra la explotación
privada de la fuerza de trabajo y el control privado de la circulación
de los capitales. Pero también, contra las formas públicas, es decir,
nacionales, o estatales, en las que todas estas operaciones de
alienación de la potencia del trabajo se configuran. Ser comunistas es
por tanto reconocer que lo publico es una forma de alienación y de
explotación del trabajo –del trabajo común, en particular. ¿Qué es lo
público? Como dice el gran Rousseau, enemigo de la propiedad privada, es
aquello que «no pertenece a nadie». Pero esto es un sofisma para
atribuir aquello que pertenece a todos al Estado. El común, nos dice el
Estado, no os pertenece, aunque lo hayáis producido, aunque lo hayáis
producido en común y lo hayáis inventado y organizado como común. La
manumisión estatal del común, de aquello que todos hemos producido y que
nos pertenece, se llamará gestión, delegación y representación...
implacable grandeza del pragmatismo público.
Por tanto, el
comunismo es enemigo del socialismo, porque el socialismo es la forma
clásica de este segundo modelo de alienación de la potencia del
proletariado, que implica también una organización deformada de la
producción de su subjetividad. Las perversiones del «socialismo real»
han neutralizado un siglo de lucha de clases y destruido todas las
ilusiones sobre la filosofía de la historia. Es curioso además subrayar
como el «socialismo real», desgraciadamente sobre la base de procesos de
colectivización masiva, no puso en duda las disciplinas del mando, ni
las jurídicas ni las políticas ni las de las ciencias humanas: las
estructuras institucionales del socialismo y sus polarizaciones
políticas son el producto de una ideología que arbitrariamente oponía lo
privado a lo público cuando estos, rousseauianamente se complementan,
sin embargo, el uno al otro, y la santificación de una clase dirigente
cuyas funciones de mando repetían las de las elites capitalistas... ¡y
se pretendían «vanguardia»!
Por tanto, estar contra el Estado
significa, lo primero, expresar el deseo y la fuerza de llevar a cabo de
manera radicalmente democrática –una «democracia de todos»– el conjunto
del sistema productivo, tanto en lo que respecta a la división del
trabajo como a la acumulación y la redistribución de la riqueza.
Merece
la pena, consecuentemente, abrir un nuevo frente de definición. El
materialismo histórico es también un «inmanentismo de la subjetividad».
Esto significa no solo que no hay «afuera» respecto al mundo en que
vivimos, sino que «desde dentro» de este mundo los trabajadores, los
ciudadanos, todos los sujetos se proponen siempre como elementos de
resistencia singular y como momentos de construcción de otra forma del
vivir común.
Siempre –incluso cuando nos sofoca la calma
histórica más opresiva y tediosa– las singularidades que componen la
multitud (multitud es un concepto de clase) son núcleos de resistencia,
siempre, en la relación de sometimiento que el capital impone. El
individuo obedece porque está obligado a hacerlo, porque no puede hacer
otra cosa, pero es siempre ahí, dentro de la relación de poder, como una
resistencia. La ruptura de la relación es siempre posible, al menos
cuánto es posible el mantenimento de la relación de dominio. Es aquí,
entonces, que percibimos, fuera de toda filosofía de la historia, dentro
de la fenomenología común, cómo la eventual indignación contra el
poder, su orden y su abuso, y el rechazo del trabajo asalariado (y/o de
un trabajo de todos modos sujeto a la reproducción de la sociedad
capitalista) constituyen elementos esenciales en la construcción del
modelo de otra sociedad y señalan la virtualidad presente de otro orden,
de otra perspectiva de vida. Apuntan hacia la ruptura. Y lo hacen
porque la ruptura, que es siempre posible, puede aquí devenir real,
mejor dicho, necesaria (y sobre las características de esta ruptura
volveremos pronto). La revolución es posible.
Esta insistencia
sobre la indignación, sobre el rechazo y la rebelión se deben saber
traducir en potencia constituyente. Vale decir que la lucha contra el
Estado, y contra todas las constituciones que lo organizan y
representan, debe llevar consigo la capacidad de producir, con un nuevo
saber, un nuevo poder. El relámpago no se aferra con las manos desnudas,
solo la multitud, la historia de la lucha de clases, puede hacerlo.
Pero la relación entre condiciones históricas y producción de
subjetividad se modifica continuamente. Como hemos dicho, este es uno de
los terrenos sobre los que la metamorfosis continua de la antropología
del trabajador se desarrolla. La composición técnica de la fuerza de
trabajo está siempre en movimento y a ella le corresponde una producción
de subjetividad cada vez más adecuada. Y diversa. Una composición
política que debe descubrir, en sus condiciones históricas, formas
concretas de expresión y deseo de revolución.
Ahora, la
producción de subjetividad, la nueva composición política también puede
anticipar las condiciones históricas y sociales dentro de las cuales el
proceso revolucionario se construye. Siempre hay un un nexo dialéctico,
que une la determinación material y la tensión revolucionaria del deseo
colectivo: un elástico que siempre puede romperse pero no por eso es
menos esencial. Como decía Lenin, el doble poder tiene siempre una
existencia breve, el poder rebelde debe acortar el tiempo de la historia
mdiante la anticipación subjetiva. El poder constituyente es la clave
que puede permitirnos anticipar y realizar la voluntad revolucionaria
contra el Estado.
En la teoría tradicional del Estado, anarquía y
dictadura están situadas en los límites extremos de las posibilidades
de dar forma al mando soberano. Pero cuando se habla de democracia
comunista contra el Estado, no se asume una eventual mediación entre
anarquía y dictadura sino que se propone la superación misma de la
alternativa, porque la lucha revolucionaria no solo no ya no tiene
afuera sino que se define desde dentro, conoce una potencia subversiva,
tiene un «abajo» que se opone al «alto» de la soberanía. Es desde este
abajo, de la transformación de los deseos constituyentes en expresión de
fuerza y de contenidos alternativos que se realiza, por tanto, en
segundo lugar, el ser comunistas. Entonces la revolución puede hacerse,
como enseñaba Gramsci, también «contra Das Kapital». [...]
Notas: [1] Sobre la idea de comunismo, Editorial Paidós. http://www.libreriapaidos.com/9789501265767/SOBRE+LA+IDEA+DEL+COMUNISMO/ [nota del traductor]
[2] Naródniki es el nombre que reciben los revolucionarios rusos de las décadas de 1860 y 1870. El movimiento de los naródniki fue una especie de socialismo agrario, construido sobre entidades económicas autónomas, entre varios pueblos, enlazados entre ellos, en una especie de federación que sustituía al Estado. [nota del traductor]
[3] Heimat denota la relación del ser humano hacia un espacio social, el sentimiento de provenir de un lugar y estar unido a él. [nota del traductor]
[4] Spinoza colocaba este sello lacrado en toda su correspondencia. Las siglas B D S valen por Baruch de Spinoza. Vemos una rosa y la palabra latina "Caute" (cuidadosamente, con cautela), que supuestamente era el lema de Spinoza. No hay que olvidar que un fanático judío intentó asesinar al filósofo con un cuchillo. Fue ello lo que lo condujo a vivir más tarde fuera de Amsterdam. Spinoza conservó toda su vida el abrigo que mostraba las huellas del atentado perpetrado contra él. Es pues comprensible que el sello utilizado en su correspondencia comportara el término latino "caute", es decir, desconfía (o precaución). [nota del traductor]
Fuente original: http://www.sinistrainrete.info/marxismo/1335-toni-negri.html
Fuente de la traducción: https://n-1.cc/blog/view/1501782/comunismo-algunas-reflexiones-sobre-el-concepto-y-la-practica
No hay comentarios:
Publicar un comentario