Diego Bruno
Resumen
Cuando en El Capital Karl Marx develo
el carácter transitorio del modo de producción capitalista, a partir de
identificar las contradicciones materiales que se desarrollan en su
propio seno, no hizo más que dar un sustento científico a su concepción
dialéctica de la realidad social. Como señalo en el epilogo (1873) de
dicha obra, el núcleo racional de la dialéctica consiste en comprender
que “la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su propia ruina”.
Esta forma del pensamiento que entiende a su objeto de estudio en su
génesis, desarrollo y caducidad, es decir, que revela su transitoriedad,
intentando develar la conexiones internas que condicionan su
desarrollo, su historia, es nodal a la hora de comprender la inevitable
tendencia al colapso que transita la sociedad burguesa. El pensamiento
dialéctico, sin embargo, recién adquiere este carácter crítico de todo
lo existente a partir de la fundamentación materialista que le imprime Marx,
en oposición a las mistificaciones idealistas de la dialéctica
hegeliana. Nos proponemos en este trabajo entonces, indagar como se
inserta la dialéctica en la concepción materialista de Marx, el rol que
juega en su ciencia, y su relación intrínseca con la teoría del derrumbe
capitalista.
Todo lo que nace merece perecer
J. W. Goethe, Fausto
A modo de introducción es pertinente señalar que Karl Marx nunca
llego a desarrollar ensayo alguno sobre su propio método dialéctico. A
pesar de esto, es posible identificar sus características propias
teniendo en cuenta, por un lado, ciertas definiciones de Marx sobre su propio método en oposición al método de Hegel.
Y, por otro, si analizamos tanto sus primeras obras criticas del
hegelianismo como aquellas en las que se aboco al estudio de las
categorías económicas del capitalismo. En este caso tomaremos los
trabajos preparatorios para la crítica de la economía política y algunos
textos de El Capital. No es sino en las propias obras de Marx donde
podremos ver la aplicación de lo que él llamo el método propiamente
científico y en donde la concepción dialéctica, ya sin su “envoltura idealista”, jugara un rol fundamental. En este sentido Lenin señalara que, “pese a que Marx nunca escribió su proyectado tratado breve sobre la dialéctica, nos dejo sin embargo El Capital, que es la aplicación de la dialéctica materialista al campo de los fenómenos económicos” (1980: 305).
Ya desde sus primeros escritos Marx hizo hincapié en el carácter mistificador, especulativo e idealista que adquiere la dialéctica en Hegel,
al hacer de la realidad un mero producto de la Razón; la realidad
material como una apariencia externa de la esencia ideal. Para Hegel la
realidad material no sería otra cosa que el resultado del despliegue
del pensamiento a lo largo de la historia. Una especie de
transustanciación en donde la idea, el pensamiento, se pone como lo otro
de sí. A pesar de esta mistificación, señala Marx, es posible rescatar el elemento racional del método descubierto por Hegel,
y para esto sugiere una primera y fundamental diferencia, la conocida
tesis de la inversión ontológica: sustituir la ontología idealista
planteada por Hegel por otra de carácter materialista. Dice Marx:
Mi método dialectico no solo difiere del de Hegel, en cuanto a su fundamento, sino que es su antítesis directa. Para Hegel el proceso del pensar, al que convierte incluso, bajo el nombre de idea, en un sujeto autónomo, es el demiurgo de lo real; lo real no es más que su manifestación externa. Para mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material transpuesto y traducido en la mente humana (…) La mistificación que sufre la dialéctica en manos de Hegel, en modo alguno obsta para que haya sido él quien, por vez primera, expuso de manera amplia y consciente las formas generales del movimiento de aquella. En él la dialéctica esta puesta al revés. Es necesario darle vuelta, para descubrir así el núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística (2004: 19‐20).
Es decir, la dialéctica en su versión
materialista debe fundamentarse en el movimiento de la realidad
concreta. El mundo debe explicarse por sí mismo y no por algo diferente o
externo a él. Y el sujeto‐conciencia que conoce y actúa sobre lo real
(praxis) es condicionado a la vez por ese despliegue mismo de lo real
(historia). A esto se refiere Marx cuando señala la necesidad de “darle vuelta”
a la dialéctica. Sin embargo, este darle vuelta implica algo mas, no es
una ingenua metáfora mecanicista en donde simplemente se trueca idea
por materia. El pensamiento dialectico, que concibe a la realidad como
una totalidad estructurada que se desarrolla y crea (totalidad
concreta), debe tener en cuenta ahora el particular material o sensible
en su método. Como veremos, Marx se encarga de
diferenciar en el proceso de conocimiento el concreto material y el
concreto de pensamiento. Entonces, para penetrar en los misterios de
esos concretos materiales el nuevo método, dirá Engels en el Anti‐Dühring, deberá sustentarse, “no en una sustantiva ciencia de la ciencia, sino en la ciencias reales” (1975: 35).
1. El sustento en la ciencia
El método de las ciencias positivas está
íntimamente ligado –implícita o explícitamente a una concepción
materialista del mundo. Para comprender el mundo la ciencia parte de los
elementos propios del mundo material, no busca una explicación a partir
de causas externas a la naturaleza misma. Este es un principio
fundacional de la ciencia moderna, el cual quedaría reducido al absurdo
si en un momento dado tuviera que admitir la acción de causas
no‐naturales, necesariamente destructoras de la red de relaciones
(leyes) intramundanas que la ciencia se esfuerza por ir descubriendo y
construyendo para comprender la realidad (Sacristán, 1964). Al explicar
el mundo a partir de sí mismo la ciencia parte de lo concreto material y
mediante reducción analítica descompone esa estructura más compleja de
la que partió en sus elementos más simples, aquellos que la componen.
Esta es una forma de ir desentrañando que es aquello que se está
investigando.
En el método de la economía política (Introducción de 1857) Marx señala
que es acertado comenzar por el concreto real, sin embargo, aquello de
lo que parto es todavía una abstracción porque desconozco los múltiples
elementos que lo componen (Marx, 2004: 50). En esta instancia lo
concreto es todavía una representación caótica del conjunto (por
ejemplo: si en economía parto de la población, esta última es una
abstracción si dejo de lado las clases que la componen, la división del
trabajo, lo precios, el trabajo asalariado, etc.). Entonces, desde lo
concreto representado, la reducción analítica de la ciencia llega a
conceptos cada vez más simples; abstracciones cada vez más sutiles hasta
alcanzar las “partículas elementales”. Este proceder de la ciencia lleva a que el aspecto cualitativo del objeto pierda toda relevancia. Como señala Manuel Sacristán:
Mas en general, el análisis reductivo practicado por la ciencia tiende incluso a obviar conceptos con contenido cualitativo, para limitarse en lo esencial al manejo de relaciones cuantitativas o al menos, materialmente vacías, formales. Permite penetrar muy material y eficazmente en la realidad, porque posibilita el planteamiento de preguntas muy exactas (cuantificadas y sobre fenómenos “elementales”) a la naturaleza, así como previsiones precisas que, caso de cumplirse, confirman en mayor o menor medida las hipótesis en que se basan, y, en caso de no cumplirse las falsean definitivamente (1964).
Pero precisamente como el método
analítico que utiliza, la ciencia separa, aísla, destruye relaciones
internas (movimiento), estos resultados son abstractos. No importa ya la
peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados. Por eso
los conceptos de la ciencia son invariablemente conceptos generales, “leyes”,
que informan acerca de clases enteras de objetos. Con ese conocimiento
se pierde una parte de lo concreto: precisamente la parte decisiva para
la individualización de los objetos. Esto es así no por alguna
limitación accidental, sino “por el presupuesto definidor de la metodología analítico‐reductiva,
que no responde más que al principio materialista de explicación de
toda formación compleja, cualitativamente distinta, por unos mismos factores más o menos homogéneos” (ídem).
2. Dialéctica y ciencia
Si bien el método analítico de la ciencia
es el punto de partida para dejar atrás la primera representación
caótica del conjunto, lo resultados, como señalamos, todavía son
abstractos, todavía no puedo representarme la totalidad concreta. Una de
las característica fundamentales del pensamiento dialéctico es la de
concebir la realidad (concepción del mundo) como una totalidad
estructurada, que se desarrolla y crea. Totalidad significa aquí:
realidad como un todo sistémico, en el cual puede ser comprendido
racionalmente cualquier hecho, clases de hechos, conjunto de hechos.1 Reunir
todos los hechos no significa aun conocer la realidad, y todos los
hechos (juntos) no constituyen aun la totalidad. Los hechos son
conocimiento de la realidad si son comprendidos como hechos de un todo
dialéctico, esto es, si no son átomos inmutables, indivisibles e
inderivables, cuya conjunción constituye la realidad, sino que son
concebidos como partes estructurales de un todo dinámico.
Comprender, entonces, un determinado
fenómeno, una totalidad concreta, ha de consistir en la exposición del
despliegue del fenómeno mismo, de su dinámica interna. Esto remite a la
idea hegeliana de fundamentación como desarrollo (Entwicklung); la explicación por lo que se podría llamar la “ley interna de desarrollo del objeto”. De un modo general, dice Marx, “lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones”
(2004: 51), por eso para comprender esa totalidad concreta y no
quedarme en lo abstracto y unilateral, será necesario, una vez llegado a
los elementos que la componen (análisis reductivo), rehacer el camino
hacia atrás para volver a hallar sus conexiones, sus relaciones internas
en el todo. Es decir, retornar a la primera representación pero ya no
como un conjunto caótico sino como una rica totalidad con múltiples
determinaciones y relaciones. Los sistemas económicos, señala Marx,
comenzaron una vez que la economía política logro elevarse desde lo
simple –trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio‐ hasta
lo complejo, el Estado, el cambio entre naciones y el mercado mundial.
Este elevarse de lo abstracto a la totalidad concreta será el método
científico correcto para Marx.
El abordaje dialectico basado en el
análisis científico debe seguir este camino (methodos) porque el todo no
es cognoscible inmediatamente para el hombre, aunque le sea dado de
manera inmediatamente sensible, es decir, en la representación, en la
opinión o en la experiencia. El todo, pues, es accesible directamente al
hombre, pero como un todo caótico y nebuloso. Para que el hombre pueda
conocer y comprender el todo, para aclararlo y explicarlo, es necesario
dar un rodeo: lo concreto se vuelve comprensible por medio de lo
abstracto; el todo por medio de la parte. “Precisamente por el hecho de que el camino de la verdad es un rodeo (der Weg der Warheit Umweg) el hombre puede desorientarse o quedarse a mitad de camino” (Kosik, 1967: 19).
Aquí, entonces, hay que tener en cuenta
que si bien esta unidad de lo diverso que es la totalidad concreta
aparece en el pensamiento como resultado (como proceso de síntesis), es
en realidad, el efectivo punto de partida; el de la intuición y la
representación.
Las determinaciones abstractas (simples) conducen a la reproducción de lo concreto por medio del pensamiento. De ahí, señala Marx, la ilusión de Hegel de
concebir lo real como resultado del pensamiento. Cuando en realidad,
elevarse de lo abstracto a lo concreto es solo la forma que tiene el
pensamiento de apropiarse de lo concreto. De reproducirlo como concreto
espiritual. Pero no es el proceso de formación de lo concreto mismo.
Leemos en la Introducción de 1857:
La totalidad concreta, como totalidad del pensamiento, como un concreto del pensamiento, es en los hechos un producto del pensamiento y de la concepción, pero de ninguna manera es un producto del concepto que piensa y se engendra así mismo, desde fuera y por encima de la intuición y de la representación, sino que, por el contrario, es un producto del trabajo de elaboración que transforma intuiciones y representaciones en conceptos (2004: 51).
El abordaje dialéctico permite, entonces,
comprender las condiciones concretas de las determinaciones simples, es
decir, su movimiento y relaciones reales como partes de una totalidad
concreta que las engloba y les da un significado. Entiende la individual
situación concreta (material) en la medida en que es parte de una
totalidad (también material). No se trata aquí empero de darle al todo
una posición privilegiada con respecto a las partes. Las partes no solo
se hallan en una interacción y conexión interna con el todo, sino
también, que el todo no puede ser petrificado en una abstracción situada
por encima de las partes, ya que el todo se crea a sí mismo en la
interacción de estas. Si el proceso total representa con respecto a los
hechos particulares una realidad autentica y superior (Hegel),
la realidad puede existir en ese caso, independientemente de los
hechos, y sobre todo, de aquellos que la contradicen. En esta
formulación que hipostatiza e independiza el todo frente a los hechos,
hay toda una justificación teórica del “subjetivismo”, que ignora y fuerza los hechos en nombre de una “realidad superior” (Kosik, 1967: 29)
Por otro lado, la posición que plantea
que la totalidad concreta es incognoscible dado que el conocimiento
humano solo puede ser de las partes, se basa en una concepción
atomística de la realidad: del todo como la totalidad de sus partes y
hechos más simples. Dado que siempre pueden agregarse nuevos hechos y
aspectos, esta posición plantea que es imposible tener un conocimiento
acabado de la totalidad. Sin embargo, como señala Karel Kosik:
La dialéctica de la totalidad concreta no es un método que pretenda ingenuamente conocer todos los aspectos de la realidad sin excepción y ofrecer un cuadro “total” de la realidad con sus infinitos aspectos y propiedades, sino que es una teoría de la realidad y de su conocimiento como realidad. La totalidad concreta no es un método para captar y describir todos los aspectos, caracteres, propiedades, relaciones y procesos de la realidad; es la teoría de la realidad como totalidad concreta. Si la realidad es entendida como concreción, como un todo que posee su propia estructura (y, por tanto, no es algo caótico), que se desarrolla (y, por ende, no es algo inmutable y dado de una vez para siempre), que se va creando (y, en consecuencia, no es un todo perfectamente acabado y variable solo en sus partes singulares o en su disposición), de tal concepción de la realidad se desprenden ciertas conclusiones metodológicas que se convierten en directriz heurística y principio epistemológico en el estudio, descripción, comprensión, ilustración y valoración de ciertos sectores tematizados de la realidad, tanto si se trata de la física o de la ciencia literaria, de la biología o de la economía política, de problemas teóricos de las matemáticas o de cuestiones prácticas vinculadas con la regulación de la vida humana o de las relaciones sociales (idem: 22‐23).
La dialéctica materialista en definitiva propone, según la expresión de Lenin,
hacer un análisis concreto de la situación concreta, y para esto toma
como base los elementos resultantes de la abstracción y del análisis
reductivo científicos. Los cuales examina como partes de un todo que
simultáneamente condiciona y es condicionado por estos elementos. Al
comprender la totalidad de esta manera la dialéctica recupera la
peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados. Y estas
totalidades, estos fenómenos complejos, son, en este sentido dialectico,
ante todo los individuos vivientes, las particulares formaciones
históricas, los presentes históricos localmente delimitados, etc.
(Sacristán, 1964).
3. Investigación y exposición
Si bien el abordaje dialéctico de un
determinado fenómeno implica comprender su devenir real, su ley de
desarrollo a partir de múltiples determinaciones, y no solo su ley de
desarrollo interno sino, principalmente, la de su transformación, es
decir, la transición de un orden de interrelación a otro, es importante,
señala Marx en el epilogo a El Capital de 1873, distinguir en lo formal el modo de exposición del modo de investigación:
(la investigación) debe apropiarse pormenorizadamente de su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo interno. Tan solo después de consumada esa labor, puede exponerse adecuadamente el movimiento real. Si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto, es posible que al observador le parezca estar ante una construcción a priori (Marx, 2004: 19).
La reconstrucción dialéctica del objeto genera la apariencia de una construcción a priori, por lo cual Hegel consideraba
lo real como resultado del pensamiento, cuando en realidad es solo la
forma que tiene el pensamiento de representarse adecuadamente el
movimiento de lo real, de tal modo que “la vida del material se refleje idealmente”. En lo que concierne entonces específicamente al método de investigación, según la clasificación de Karel Kosik, podemos distinguir tres grados
1) Asimilación minuciosa de la materia, pleno dominio del material incluyendo todos los detalles históricos posibles
2) Análisis de las diversas formas de desarrollo del material mismo.
3) Indagación de coherencia interna, es decir, determinación de la unidad de esas diversas formas de desarrollo.
Sin el pleno dominio de este método de
investigación, cualquier dialéctica se convierte en una vacua
especulación (Kosik, 1967: 20)
Sin embargo, el carácter expositivo de la dialéctica, que señala Marx,
no puede entenderse meramente como un discurso puramente didáctico
abocado a reproducir idealmente el movimiento del objeto de
investigación, ya que, “para cualquier exposición, basta con
presentar los hechos que la investigación concienzuda ha preparado y
cuyo vínculo interno ha rastreado” (Sacristán, s/f). Cualquier
tratado científico, ya sea de biología, genética o economía, se encarga
de establecer bien los hechos y su vinculación interna, sus datos y
teorización. La pregunta que surge entonces es: ¿Que agrega la
elaboración o exposición dialéctica a los datos de la investigación
científica? Para responder esto es necesario detenerse en la idea
hegeliana de desarrollo que señalamos anteriormente, y que toma Marx, en el sentido de que el conocimiento adecuado consiste en “reflejar idealmente la vida de ese objeto”.
Es decir, comprender al fenómeno u objeto de estudio en su génesis,
desarrollo y caducidad. El símil organicista sugiere presentar un
contenido de tal modo que no solo quede fundamentado empíricamente. Se
trata de poder reconstruir en su conjunto el movimiento (su ser y su
haber llegado a ser) del objeto estudiado, sus modificaciones y la ley
interna de su evolución (Lefebvre, 1961: 27).
La realidad, entonces, no se explica
reduciéndola a los conceptos, sino, por si misma, mediante el desarrollo
y la ilustración de sus fases, de los elementos de su movimiento. Por
esto Marx señala al final del epilogo mencionado que:
En su forma mistificada, la dialéctica estuvo en boga en Alemania, porque parecía glorificar lo existente. En su figura racional, es escándalo y abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina; porque concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero; porque nada la hace retroceder y es, por esencia, critica y revolucionaria (Marx, 2004: 20).
En consecuencia, los conceptos, las leyes
a las que llega el conocimiento, la economía política en este caso,
también se dialectizan, es decir, se historizan las categorías del
conocimiento (revelan su transitoriedad en la medida que representan en
el pensamiento una realidad histórica que también lo es), perdiendo así
su carácter de leyes eternas.
4. La conceptualización como praxis
Como señalamos anteriormente, para Marx,
las leyes y categorías a las que llega el conocimiento no son puras
creaciones del pensamiento. Dado que este ultimo está condicionado por
una determinada realidad socio‐histórica, y las primeras no son más que
los medios (históricos también) que tiene el pensamiento para
representarse esa realidad concreta y así poder conocerla. En este
sentido, Marx señala, en un detallado análisis del
desarrollo de la categoría trabajo (2004: 55), que las categorías más
abstractas son el producto de las condiciones históricas y que poseen
plena validez solo bajo las condiciones que las han engendrado. El
desarrollo histórico más rico da origen a las abstracciones más
generales. El movimiento del pensamiento abstracto, del más simple al
más complejo, se encuentra condicionado por las relaciones
socio‐históricas bajo las cuales se desarrolla. Es decir, la historia
del pensamiento humano revela que el hombre ha ido siempre de lo más
simple a lo más complejo, a medida que su praxis social pasaba de los
más elemental a lo más complicado. Las formas abstractas del pensamiento
no son más que un medio suplementario de apropiarse una realidad cada
vez más diversa. Por ello estas formas no pueden definirse de una vez
por todas; varían según el movimiento de la praxis; ciertas leyes y
categorías son eliminadas por la práctica de conceptualización, mientras
que otras aparecen; los contenidos se precisan, se ajustan, se
perfeccionan (Campos, 1988: 72).
Tempranamente esto es señalado por Marx en Miseria de la filosofía, su crítica al método de Proudhon. Aquí, en realidad, Marx tiene
por objetivo desenmascarar el fetichismo del método y el carácter
especulativo de los conceptos del entendimiento a los que llegan tanto Hegel como los economistas burgueses, y que Proudhon no logra superar.2 Al comienzo de la segunda parte Marx reproduce un texto del sistema proudhoniano, que dice:
No exponemos aquí una historia según el orden cronológico, sino según la sucesión de las ideas. Las fases o categorías económicas unas veces son simultaneas en sus manifestaciones y otras veces aparecen invertidas en el tiempo … Sin embargo , las teorías económicas tienen su sucesión lógica y su serie en el entendimiento; ese orden es el que nosotros nos ufanamos de haber descubierto (citado en Marx, 1984: 121).
Inmediatamente la crítica de Marx señala:
Los economistas presentan las relaciones de producción burguesas –la división del trabajo, el crédito, el dinero, etc.‐ como categorías fijas, inmutables, eternas. Proudhon, que tiene ante si estas categorías perfectamente formadas, quiere explicarnos el acto de formación, el origen de estas categorías, principios, leyes, ideas y pensamientos. Los economistas nos explican cómo se lleva a cabo la producción en dichas relaciones, pero lo que no nos explican es como se producen esas relaciones, es decir, el movimiento histórico que las engendra. Proudhon, que toma esas relaciones como principios, categorías, y pensamientos abstractos, no tiene más que poner en orden esos pensamientos(…) Los materiales de los economistas son la vida activa y dinámica de los hombres; los materiales de Proudhon son los dogmas de los economistas. Pero desde el momento en que no se sigue el desarrollo histórico de las relaciones de producción, de las que las categorías no son sino la expresión teórica, desde el momento en que no se quiere ver en estas categorías mas que ideas y pensamientos espontáneos, independientes de las relaciones reales, quiérase o no se tiene que buscar el origen de estos pensamientos en el movimiento de la Razón pura (idem: 121‐122).
El problema de Proudhon, que desarrolla aquí Marx, es que, al igual que Hegel,
entiende a las relaciones sociales de producción reales como una
expresión, o encarnación, de las categorías o leyes de la economía
política. Por eso dice que “como autentico filosofo toma las cosas al revés”,
no ve que estas categorías económicas tiene en realidad su origen en
las relaciones sociales de producción, o mejor dicho, son expresiones
teóricas, abstracciones, de las relaciones sociales de producción
concretas. Lo que hace Proudhon es potenciar estas
categorías o ideas, a entes reales; los sustantiva o hipostatiza. Si
bien comprende que toda la riqueza material es producida por los hombres
dentro de determinadas relaciones sociales de producción, no entiende
que esas relaciones de producción son también un producto de la praxis
humana, en este caso de la praxis productiva y su grado de desarrollo
material. Por lo tanto, al adquirir nuevas fuerzas productivas, los
hombres cambian de modo de producción, y al cambiar el modo de
producción cambian todas sus relaciones sociales. En este sentido y en
relación a las categorías Marx señala en Miseria de la filosofía:
Los mismos hombres que establecen las relaciones sociales conforme a su productividad material producen también los principios, las ideas y las categorías conforme a sus relaciones sociales (…) De suerte que estas ideas, estas categorías son tan poco eternas como las relaciones que expresan, siendo productos históricos y transitorios (Marx, 1984: 126).
Lo que la crítica de Marx en definitiva desenmascara, es que los economistas burgueses como así también Proudhon,
al hipostasiar las categorías, caen en la naturalización de la sociedad
burguesa y sus instituciones. Entendiendo a la naturaleza como algo
absoluto e inmutable. En este sentido, para ellos las relaciones
burguesas bajo las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las
fuerzas productivas, se dan conforme a leyes racionales de la
naturaleza; estas mismas relaciones son leyes naturales, independientes
del influjo del tiempo. Son leyes eternas y que por lo tanto deben
gobernar siempre a la sociedad. Como si los principios o leyes que rigen
la naturaleza fuesen absolutos y definitivos, ahora las relaciones
sociales se desarrollan también conforme a ellos. Ha habido historia
–dice Marx‐ pero para estos teóricos ahora no la hay
más. Ninguno de ellos parece comprender que la sociedad burguesa es una
forma histórica y transitoria como lo era la forma feudal.
Por lo tanto, el hombre, en tanto ser
practico, no podrá expresar en sus pensamientos el mundo que lo rodea
sino condicionado por su práctica socio‐histórica. De ahí la idea de que
el ser social es lo que determina la conciencia y no a la inversa. Lo
cual no quiere decir que la conciencia sea un segundo elemento en
relación con la materia y que esta se limita a reflejar la información
que recibe del mundo exterior. Marx no conoce más que
la conciencia activa y la materia sometidas a la acción de la praxis.
Por su práctica social, el hombre de la sociedad de clases crea tal o
cual modo de producción. La producción de los bienes materiales
condiciona todas las otras producciones. Las ideas, el conocimiento, la
conciencia, son también por lo tanto praxis, una praxis determinada en
último análisis, por la praxis más importante de todas, la praxis de
producción de los bienes materiales (Campos, 1988: 71).
Es importante señalar también que la
comprensión dialéctica de los resultados de la ciencia, es decir su
historización y consecuente determinación práctica, elimina la
posibilidad de entender nuestras elaboraciones teóricas y científicas
como algo neutral. Porque cuando un científico trabaja no solo hace
intervenir la lógica y la empiria sino opiniones, criterios éticos,
decisiones políticas, etc., es decir, valores. El proceso de validación
científica es también un acto social e histórico. Cuando se elige entre
teorías rivales se está pensando en cuál es la más adecuada para
alcanzar determinados objetivos. Por esto mismo, Marx resalta en el epilogo de El Capital antes
mencionado, que la burguesía no acepta más que el lado mistificado de
la dialéctica. Porque la dialéctica en su versión materialista no puede
sino cuestionar el carácter inmutable de todas las cosas y por ende de
la sociedad burguesa misma. Esta transitoriedad de la forma social
burguesa es lo que la burguesía y sus cuentistas no pueden soportar.
Cosa que se expresa teóricamente en la eternización de las categorías.
Sin embargo, esto hay que comprenderlo
como una determinada forma histórica de entender el mundo y su
conocimiento. El carácter idealista y la hipostatización de las
categorías que surgen del análisis de la sociedad burguesa es la forma
en que esta se manifiesta en el pensamiento y propio del conocimiento de
la época, cuya característica principal es su carácter contemplativo.
(O lo que es lo mismo, la ciencia económica burguesa responde a una
determinada forma de concebir el mundo de las relaciones burguesas de
producción, la cual, a su vez, es funcional a la necesidad de
reproducción de ese mismo mundo).
En este mismo sentido, es válida también la apreciación de Umberto Curi, en su prologo a la Einleitung, señalando que:
La ideologicidad del procedimiento seguido por los economistas, funcional a la consecución de ciertos objetivos apologéticos, no está en relación adversativa sino complementaria respecto de la “cientificidad” de la demostración. Es decir, que la eternización de los procesos de producción históricos no serian el resultado de una extrínseca subordinación de la presunta pureza de la argumentación científica respecto del carácter instrumental de la destinación apologética sino éxito inmanente e inevitable de un procedimiento dirigido a la demostración de la eternidad y la armonía de las condiciones sociales existentes (Curi, 2004: 25).
La crítica de la economía política que lleva adelante Marx revela
por un lado el carácter ideológico‐apologético que adquiere la ciencia
pero por otro está dirigida a aclarar los nexos profundos entre esta y
la sociedad burguesa. Es decir, a mostrar en qué medida la una está en
función de la otra, como la ciencia burguesa a través de sus categorías
contribuye al reforzamiento y a la conservación de la sociedad burguesa y
como ésta, en su organización global, expresa y verifica a aquella. Por
eso, coincidimos con Curi en que el análisis de Marx:
…no se puede agotar en la simétrica contraposición de una ciencia más avanzada y correcta desde el punto de vista metodológico respecto de la ahora obsoleta economía clásica, en la presunta distonia entre esta y la sociedad burguesa. Al menos que asumamos como plano referencial el nivel típicamente burgués de la controversia puramente epistemológica con lo cual los resultados obtenidos por la crítica de Marx representarían paradójicamente una corroboración, antes que una refutación, de la misma validez teórica de la economía clásica: la ineficiencia de la ciencia burguesa conllevaría el desajuste respecto de la “estructura” que debería expresarla y, consiguientemente, implicaría la autonomía antes que la naturaleza de “apariencia objetiva”, respecto del modo de producción capitalista, rehabilitando, en cierta medida, la independencia teórica y la pureza científica (idem).
Comprender esta relación intrínseca entre
el carácter contemplativo y consagratorio de lo dado del saber burgués,
y el modo de producción capitalista, permite a Marx introducir
su crítica y señalar lo infecundo de este saber sin la necesidad de
hacer de la ciencia algo neutral y ahistórico. La crítica de Marx señala
los límites de la ciencia burguesa pero sin dejar de decir que son los
limites que le imponen las condiciones históricas en las que se ha
desarrollado.
La ciencia burguesa es la sociedad
burguesa porque contribuye al reforzamiento y conservación de esta. Y
esta es la determinación practica del saber burgués. Pero la cuestión
estriba en que a pesar del carácter apologético y conservador de la que
podríamos llamar ideología‐ciencia burguesa, la sociedad burguesa en un
determinado momento histórico comienza a ser cuestionada por las
contradicciones sistémicas que desarrolla en su seno, manifestando así
su tendencia al agotamiento como forma de reproducción social. A partir
de esto es que Marx elabora su crítica de la sociedad
capitalista y es en función de esto también que plantea una praxis
transformadora de esta. Por eso la crítica no ocupa solo la también
esencial dimensión conceptual del desenmascaramiento apologético, sino,
conjuntamente, en el relevamiento de la contradicción y de la
discordancia, abre un espacio de intervención política, que incide
justamente sobre aquella contradicción, para acelerar la disolución y
provocar finalmente el trastrocamiento de las relaciones sociales de
producción existentes (idem: 26).
Conclusión
El método dialéctico permite a Marx comprender
la realidad social capitalista en el flujo de su devenir, su existencia
y su expiración, señalando que las crisis y antagonismos sociales que
en ella se verifican son la manifestación de contradicciones esenciales,
es decir, inherentes a una totalidad, que genera las condiciones para
abolirse a sí misma. Esto permite comprender el carácter histórico de la
actividad productiva humana, la cual al cambiar, modifica también las
categorías a través de las cuales comprendemos esa realidad. De esta
manera toda esta concepción histórico‐dialéctica no solo entiende la
inevitable ruina del modo de producción capitalista sino que potencia el
desarrollo del quehacer científico evitando la cristalización de sus
resultados.
La dialéctica materialista, entonces, es
ciencia e historia, es decir, la historización de la ciencia. Porque no
se trata solo de comprender y fundamentar empíricamente un determinado
fenómeno, sino de entenderlo como algo perecedero y transitorio. Bajo
las condiciones en que se desarrolla tratar de “reflejar la vida (y por lo tanto la muerte) del objeto”, intentando develar las posibilidades de su transformación futura (la ley interna de su evolución).
Notas
1 Tomamos aquí el planteamiento de Karel
Kosik, “La idea de totalidad, que comprende la realidad en sus
leyes internas y descubre, bajo la superficialidad y casualidad de los
fenómenos, las conexiones internas y necesarias se opone al empirismo
que considera las manifestaciones fenoménicas y casuales, y no llega a
la comprensión de los procesos de desarrollo real . Desde el ángulo de
la totalidad se entiende la dialéctica de las leyes de la casualidad de
los fenómenos, de la esencia interna y de los aspectos fenoménicos de la
realidad, de la parte y el todo, del producto y de la producción, etc.
Marx tomó este concepto dialéctico, lo depuró de mistificaciones
idealistas y lo convirtió, en su nueva forma, en uno de los conceptos
centrales de la dialéctica materialista” (Dialéctica de lo
concreto, México, Grijalbo, 1967, p. 21.). Una detallada exposición del
punto de vista de la totalidad como principio metodológico de la
filosofía de Marx se puede encontrar también en George Lukács, Historia y
conciencia de clases, trad. Manuel Sacristán, Madrid, Grijalbo, 1969.
2 K. Marx, “El lector comprenderá que, en
esta labor ingrata, hemos tenido que abandonar frecuentemente la
crítica del señor Proudhon para decidirnos a la crítica de la filosofía
alemana, y hacer al mismo tiempo algunas observaciones sobre la economía
política” (1984: 47).
Fuente: https://kmarx.wordpress.com/2014/06/20/la-dialectica-historica-de-karl-marx/
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