El AMANECER DE UNA ESPERANZA:
4F rebelión
cívico-militar
Por
Adrián Torres Marcano
Por el engaño se
nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más
bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un
pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción.
Simón Bolívar
El sistema económico y cultural capitalista tiene
como horizonte la guerra, la destrucción de la vida y la violencia. Este es el
progreso que los neoliberales predican, donde la norma es la naturalización de
la explotación del hombre por el hombre. Para ellos lo que importa es el
mercado y no millones de seres humanos que viven sumergidos en el hambre y la miseria.
Finales
de los años ´80 y principio de los ´90 fueron duros e inciertos para la clase
popular venezolana, sometida a un proceso de empobrecimiento paulatino
consecuencia de las políticas neoliberales llevada a cabo por los gobiernos adeco-copeyano.
Dichas políticas, tenían como objetivo la privatización, lo cual implicó el
desmoronamiento progresivo de la educación, el sistema de salud pública, la seguridad
social, entre otros ámbitos de interés social, político y económico para las mayorías.
Las élites políticas y económicas se enriquecían de forma exorbitante acrecentando
la brecha de la división de clase en nuestra sociedad a causa de la apropiación
de los ingresos petroleros y la venta de lo que pertenecía a todo un pueblo.
Cada
día la pobreza se profundizaba. Era una normalidad situaciones en las cuales
familias de nuestros barrios sólo apenas podían comer y hasta la perra-harina
se hizo parte de la dieta convirtiendo a purina
en una marca reconocida. Los niños henchidos pero de lombrices e insalubridad
corrían por las calles, callejones, veredas y escaleras, a cada paso su niñez
se desvanecía buscando la comida del día.
El
sistema de salud pública estaba quebrado, se consolidaba el enfoque neoliberal
de la salud como negocio. El interés privado y el lucro empresarial organizaban
todos los aspectos de nuestras vidas. Las clínicas se erigían como la solución.
La salud y la existencia de cada persona dependían del dinero, lo cual sólo era
posible para pocos.
La
educación pública en los niveles de básica, media y diversificada sólo era
beneficio de quienes gozaban de padres asalariados, que, aun cuando les medio
costeaban sus necesidades más elementales, se esforzaban estoicamente para que
algunos de sus hijos o hijas estudiaran. De la universidad ni hablar, era un
privilegio de pocos. La prueba de aptitud permitía organizar los ingresos a las
diferentes escuelas de nuestras universidades desde un criterio de
estratificación social. De este modo, no era extraño que estudiaran medicina
los hijos de médicos y, trabajo social o educación, los hijos de un
obrero.
La
represión a toda forma de manifestación era una cotidianidad. Estudiantes de
educación media muertos por luchar por un pasaje estudiantil o por una
educación gratuita y pública. Los estudiantes universitarios perseguidos,
acosados, desaparecidos o asesinados por manifestarse contra un gobierno
antipopular y demagógico.
El
abuso de autoridad y la represión se ejercía como contención de la indignación
social. El miedo se recreaba en un terreno fértil y en consecuencia la política
sólo era asunto profesional, ejercicio de unos pocos.
Este
contexto de profundas contradicciones fue la realidad vivida en el cual muchos
niños y jóvenes crecimos y cuyo porvenir era incierto. La incertidumbre se
convirtió en norma para las clases populares, la resignación en una forma de
vivir para muchos y la indignación social hacia la situación de miseria
económica y cultural en un aliento de reacción. Para los muchos, la esperanza,
aún cuando nos mantenga en tensión entre lo ilusorio y lo posible, es lo último
que se pierde.
De
la experiencia de la revuelta a la rebelión cívico-militar
…la fuerza material
está en la MASA
y la moral en el MOVIMIENTO.
Simón Rodríguez.
El
amanecer del 4 de febrero de 1.992 significó la síntesis de décadas de
indignación social que el pacto de punto
fijo trató de silenciar. Fue la expresión que concretó aquella revuelta
popular del 27F de 1.989 donde la multitud se abalanzó contra todo aquello que
le hicieron desear pero que no podía alcanzar. El deseo insatisfecho se hizo
acción social y política de los oprimidos que respondió con violencia ante la
agresión del capital. La indignación se transfiguró en agitación contra el
poder establecido, expresó la desesperación, rabia y tristeza frente a las
injusticias que sometían a las clases populares.
La
revuelta popular del ´89 fue sin duda un momento histórico de gran importancia
ya que presupuso un levantamiento contra un modelo de vida ilusorio para las
mayorías empobrecidas. Además de expresar un momento de crisis de la democracia
representativa y de su manifestación jurídica que garantizaba un sistema de
igualdad de oportunidades sin condiciones reales para todos. Esto generó una
fuerte tensión y contraste entre las necesidades básicas; las necesidades
creadas por el consumismo acérrimamente promovido por los aparataros de construcción
de hegemonía y las pésimas condiciones materiales que tenían las mayorías
populares para asegurar su existencia.
Este
marco ratificó -para muchos- cómo el sistema capitalista y su expresión neoliberal
profundiza las contradicciones entre ricos y pobres, con lo cual se lleva a los
pueblos a la miseria, al hambre, la persecución y el exterminio. El horizonte
del sistema capitalista, representado por las corporaciones globalizadas y los
Estados imperiales, es la guerra y la muerte, lo cual es la negación de la vida
en todas sus expresiones y cuyo objetivo es la acumulación del capital aún
cuando presuponga la aniquilación de la supervivencia.
El
amanecer del 4F como acto de rebelión cívico-militar significó una ruptura
histórica con la hegemonía política de los partidos tradicionales (AD-COPEI) y
con la oligarquía económica dominante. Sintetizó las expectativas y necesidades
de cambio de la clase popular. Hizo que las esperanzas dejaran de ser un acto
de fe y se transformaran en un clamor de posibilidad, que fue recogida en aquel
¡Por
ahora! de Hugo Chávez Frías.
La
imagen de aquel Hugo Chávez Frías con su ¡Por ahora!, se transformó en una
realidad simbólica que significó, para muchos, un respiro de esperanza. Expresó
que la resignación no era el camino, que la incertidumbre nos negaba un
porvenir por lo que el esfuerzo insurgente era una necesidad para superar la
miseria y promover una transformación social, económica y política. Rebelarse
contra el puntofijismo fue el motor de la acción liberadora, que otorgó
concreción al sentido histórico de las luchas y la resistencia de las mayorías.
De igual forma, evidenció que la historia es creación de los hombres y mujeres
por lo que podemos encarar con esperanza el porvenir en tanto posibilidad de
acción humana y horizonte histórico de afirmación desde nuestro presente
mediante la acción transformadora de la realidad.
Esta
rebelión inspirada en el árbol de las tres raíces, fuente filosófica
y práctica en la que se evidencia la articulación de nuestra raíz bolivariana,
a través de sus planteamiento de igualdad, libertad y justicia social, así como
su visión de integración de América Latina y el Caribe; la raíz zamorana, con
la acción emancipadora de Ezequiel Zamora en la lucha por la tierra y hombres
libres, el general del pueblo soberano y de la unidad cívico-militar; y la
representada por Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, el pedagogo de la
educación popular, el formador de republicanos para la libertad, solidaridad e
igualdad y cuya síntesis de su pensamiento y acción es la persecución de la
felicidad social.
Este
árbol de las tres raíces como filosofía y praxis transformadora otorga sentido
estratégico a esta rebelión cívico-militar que se transformó en movimiento revolucionario
y propulsor del socialismo bolivariano que nuestro pueblo encarna en esas
multitudes de organizaciones sociales, movimiento de trabajadores
revolucionarios, experiencias indígenas, afrodescendientes y comunitarias, en
fin de hombres y mujeres, entendidos como sujetos históricos, sociales y
políticos que eran invisibilizados y que existían al margen de la vida.
La
rebelión del 4F recogió el espíritu de lucha y las experiencias populares de
resistencia que minó el camino para un porvenir. De allí que el socialismo bolivariano
tiene su estrecha relación con las luchas políticas que nuestro pueblo llevó a
cabo allá por los años ´80 y ´90, impulsado por las rebeliones populares y
cívico-militares del 4F y 27N de 1.992.
El
4F significó para muchos el amanecer de una esperanza y en la actualidad se
concreta en la Revolución Bolivariana
como esfuerzo de construcción de una voluntad histórica multitudinaria de
emancipación y liberación del pueblo venezolano así como de América Latina y el
Caribe.
La
Revolución Bolivariana, concreción de lo posible
Instrúyanse, porque
necesitamos toda nuestra inteligencia. Agítense, porque necesitamos todo
nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitamos de toda nuestra fuerza.
Antonio Gramsci
La
revolución bolivariana ha representado en estos últimos 12 años el despliegue
de importantes avances de carácter social, político económico y cultural. En el
ámbito de los derechos sociales se consolidan las demandas sociales, jurídicas,
económicas y culturales de las clases populares permitiendo que en este momento
histórico los venezolanos y venezolanas se redescubren como sujetos políticos
en la construcción de un nuevo país.
Cabe
destacar en este marco la participación popular asumiendo los medios de
producción a través de distintas formas de organización: cooperativas,
asociaciones, empresas de producción social, unidades sociales de producción,
entre otras formas de asociación, con lo que se busca sentar las bases de una nueva economía. De
igual forma el reconocimiento de las poblaciones ancestrales y afrodescendientes,
de sus experiencia, historicidad y contribución a la lucha por la emancipación
social. En la dimensión educativa la política de alfabetización ha sido clave
para la incorporación pedagógica y política de gran cantidad de hombres y
mujeres marginados del ejercicio de la palabra. Asimismo la política de
masificación de la educación universitaria, mediante las misiones educativas y la creación de la Universidad Bolivariana de
Venezuela como espacio de compromiso ético, político y pedagógico con los
oprimidos en el marco de la construcción de la nueva subjetividad
transformadora.
La
revolución bolivariana es un importante esfuerzo de construcción de la democracia
participativa y protagónica. De constitución desde la fuerza social
transformada en potencia política revolucionaria, organizada y consciente de su
horizonte ético-político para el ejercicio concreto del poder popular como
construcción colectiva desde la participación social de un sujeto político
transformador de su realidad, capaz de organizarse y mantener el dinamismo
social y político que implica un proceso revolucionario en permanente
constitución; ya que, como sostuvo el Ché Guevara, la organización es la clave que permite atenazar las iniciativas que
surgen... Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento
de impulso, van perdiendo eficacia. Van cayendo en la rutina, van cayendo en el
conformismo y acaban por ser simplemente un recuerdo.
Lo anterior presupone un
permanente proceso de formación de educar y educarnos en un nuevo concepto de trabajo
y producción, como procesos emancipadores que permitan vivir una vida humana
con alegría, goce y ocio creativo, que a la vez nos conduzca a la sociedad
democrática y participativa fundada en valores ético-políticos del humanismo
revolucionario para la construcción del socialismo bolivariano. Debe ser capaz
de consolidar el papel protagónico del sujeto político revolucionario desde su
capacidad de transformación desde el trabajo emancipador y ejercicio del poder
político como expresión de organización multitudinaria y afirmación singular
desde un horizonte común de constitución social, política y cultural.
La formación ético-política desde
la consciencia de clase para la organización social, política y cultural tiene un
carácter estratégico en la construcción del sujeto político de la revolución
bolivariana. De modo que la inserción de los sujetos en las dinámicas sociales,
en sus contextos de acción, es un proceso histórico que implica formación de
subjetividad y organización de la potencia social; de construcción de espacios
de movimiento social en el marco de las relaciones de poder que signan las
contradicciones y las tendencias de la conflictividad social.
Se
trata de superar cientos de años de modo de producir y reproducir la vida desde
la dominación y esto nos impone múltiples desafíos ante los obstáculos que
conspiran, no sólo desde la clase social, política y económicamente antagónica
aliada a los intereses imperiales, sino de aquellos que se recrean en el interior
de este proyecto político de emancipación social, y que manifiesta prácticas
propias de las relaciones de poder y dominio desarrolladas en el marco del
capitalismo, tales como: el individualismo, el burocratismo, el sectarismo, el
paternalismo, la representatividad, el providencialismo, el verticalismo, etc.
Tenemos
la necesidad de superar las contradicciones heredadas y las que emerjan en el
transcurso del proceso histórico social en construcción, ya que impiden la
profundización de nuestra revolución, y pueden conducir hacia el derrotero de
la decepción, la melancolía y la frustración social. Lo cual sería el naufragio
de los sueños de millones por la lucha de un presente y porvenir en libertad de
las amarras ideológicas, económicas y políticas de un sistema de injusticia y
neocoloniaje que nos impone vivir desde la inhumanidad.
El
modo de producción capitalista opera como forma de relación económica y
cultural. Este sistema se funda en un conjunto de valores propios de la clase
dominante y los transforma en guía moral y social, cuya matriz axiológica es el
individualismo. Recordemos lo que Carlos Marx en El Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte nos dice, “los hombres (y las mujeres) hacen la
historia, pero no la hacen a partir de elementos libremente escogidos en
circunstancias escogidas –por ellos/as- sino en circunstancias que ellos
encuentran de inmediato frente a ellos/as, dadas y heredadas del pasado”. Hagamos
la historia superando las contradicciones propias al modelo capitalista,
fundado en el individualismo y la propiedad privada de los medios de producción
que hacen del trabajo, que es siempre producto social, propiedad individual que
legitima la explotación del hombre por el hombre y la destrucción de la naturaleza.
Considerando
lo anterior, la actualidad del amanecer del 4F se hace palpable en la Revolución
Bolivariana, por lo que es hoy la concreción de lo posible, del socialismo
desde nuestra facticidad histórica, que incorpora los aportes revolucionario
del pensamiento occidental, así como del saber de nuestros aborígenes, de
nuestros afrodescendientes, de las experiencias de resistencia y lucha de la
América Latina y caribeña, trabajadora y campesina. Es la insurgencia ante la
negación de la alegría y felicidad social como proceso que se lucha y alcanza
por el colectivo, contra la institución de la miseria como forma de vivir y
existir. Es la rebelión contra la ahistoricidad liberal y la fragmentación
social que justifica una desigualdad expresada en la división de clases en la
sociedad del capital.
El
horizonte del socialismo bolivariano es, como nos dice José Carlos Mariátegui, que
el socialismo no sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Además
de concreción colectiva, formación, participación y organización de una nueva
forma de producir la vida desde la emancipación humana como proceso permanente
de liberación subjetiva y social para hacer del ejercicio del poder popular una
realidad. ¡Este es nuestro desafío!
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