GALEANO
Galeano es una elección por no apellidarse Hughes, que quizá
le sonaba muy anglosajón, o por no usar la fonetización Gius con la que firmaba
sus caricaturas, en las que abundaban cerditos muy simpáticos que todavía
dibuja con sus dedicatorias.
EDUARDO
Eduardo fue obrero, mecanógrafo, mensajero, aspirante a
futbolista, caricaturista, periodista y finalmente escritor, ese oficio que no
consiste en nada porque vive las vidas del infinito de los seres, de los
avatares, de las épocas.
GALEANO
Quién sabe ante cuántas aduanas hostiles habrá tenido que
explicar Galeano pasaporte en mano que si el Hughes, que si el Germán o Eduardo
Germán María, que si la de escritor no era profesión la de exiliado sí, la de
ser tantas veces apartado de los suyos por las palabras que lo unían con la
totalidad de los hombres.
EDUARDO
Una de tantas errancias lo llevó por Cuba y otra por
Venezuela, donde lo conocí personalmente a principios de los setenta como
corresponsal de Prensa Latina. Montevideano incurable, había encontrado forma
de vivir ante el mar en el desvencijado hotel La Alemania de Macuto; de
interesarse por los cantares de marineros margariteños, de indagar por la
narrativa luminosa de Alfredo Armas Alfonso, trotar por las playas y ascender
en buses hacia el laberinto de la capital.
GALEANO
Antes de pisar la treintena ya Galeano había escrito Las
venas abiertas de América Latina, que presentó al premio Casa de las Américas e
inexplicablemente no ganó, aunque sí conquistó ante el público el galardón de
imperecedero clásico, con sus análisis socioeconómicos que por momentos tenían
sabor de manifiesto e ímpetu de proclama.
EDUARDO
Ya Eduardo esquivaba con éxito los casilleros de los géneros
así como el futbolista de casta se mueve a sus anchas por toda la extensión del
campo, no sólo cultivando varios géneros, sino mezclándolos con maniobras
rápidas y precisas en búsqueda siempre de la plenitud del gol.
GALEANO
Ya Galeano quizá contra su voluntad acumulaba exilios que lo
sacaban del casillero porteño y por las buenas o las malas lo llevaban a
conocer guerrilleros guatemaltecos, mineros bolivianos, milicianos cubanos,
buscadores de oro venezolanos, sin saber o quizá sabiendo que de esa fragmentación
iba a nacer la totalidad.
EDUARDO
Una vez cenamos en Caracas en casa de Jaime Ballestas y lo
noté un poco apagado y días después supe por qué. Venía de hacer un reportaje
sobre los buscadores de oro venezolanos, luego de la cena fue a Maracaibo y en
el aeropuerto cayó desmayado. Los mosquitos selváticos habían sido descorteses
con aquél catire de piel sonrosada y le inocularon una malaria que los médicos
que lo atendieron llamaban “la económica”, porque de no ser diagnosticada a
tiempo despachaba al paciente en cuarenta y ocho horas. Tras la milagrosa
curación escribió sobre su delirio un relato, que ilustré para alguna revista,
y que rememora una de sus tantas escapadas del destino.
GALEANO
Aquello que no me mata me hace más fuerte, decía Nietzche.
Cada vez que las policías o los virus o los infartos se ensañan contra Eduardo,
sale repotenciado. Consecutivos exilios lo separan de la edición de Marcha y de
Época y de Crisis, una de las revistas de repercusión continental que en 1973
cierra la dictadura argentina. Galeano me explica las incidencias de su exilio
en Barcelona, donde las autoridades le exigían que tuviera trabajo para
renovarle la visa, pero no le permitían trabajar si no tenía renovada la visa.
EDUARDO
En aquél laberinto catalán Eduardo recopila y reelabora con
paciencia de hormiga los materiales de Memorias del Fuego, narrativa
totalizante sobre Nuestra América, mural titánico en el cual las partes se
miran con el todo, hecho de detalles que resultan leyes generales y de análisis
ágiles como aforismos. Entre tantas montañas de erudición tenía fuerzas para
navegar en un esquife ínfimo en las playas de Calela, sólo parecidas a las de
Montevideo en el infinito abrupto del mar.
GALEANO
Escribe con inspiración siempre ágil cuentos, novelas,
tratados sociopolíticos, agresivos reportajes en los que compendia laboriosas
demostraciones en frases demoledoras como aquella en la cual hace decir a los
banqueros: “el socialismo, después de todo, no es tan malo a la hora de
compartir las pérdidas.
EDUARDO
Eduardo no parece nunca sentirse tan bien como cuando la
eternidad se desgaja en instantes y uno de sus párrafos parece querer vivir con
vida propia, liberado de las laboriosas tramas que lo integran en la totalidad.
GALEANO
Al tratar la Historia como folletín apasionante y la
mitología indígena como noticia y la denuncia como poesía Galeano se va
haciendo cada vez más propenso a la antología porque todo lo suyo es
antologizable.
EDUARDO
Por eso difícilmente vamos a acercarnos más a Eduardo que
visitando algunos de sus destellos, que son como esas escenas interiores que
divisamos fugazmente al pasar ante las ventanas. El mundo interior intrincado
de las casas parece entregarse a la amistad cada vez que se abren postigos sin
temor a los riesgos de la intrusión y de las intemperies. Una ventana abierta
de par en par invita al abrazo, esa fusión en la que entrañablemente se unen en
cada línea Eduardo y Galeano, el niño y el clásico.
PD: Como Escritor Homenajeado en la FERIA INTERNACIONAL DEL
LIBRO DE VENEZUELA 2012, facilitaré un Taller de Narrativa, y cada noche con
Roberto Hernández Montoya y Roberto Malaver en "Como ustedes pueden
ver" trataremos un eje temático de la Feria, según el orden de la entrada
anterior de este blog. Los espero a todos en el montaje de Román Chalbaud de mi
pieza Muñequita Linda, del 15 al 17 de marzo a las 7 pm. y el domingo a las 6
pm en la Sala Ana Julia Rojas de la Universidad de las Artes.
http://luisbrittogarcia.blogspot.com/2012/03/eduardo-y-galeano.html
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