No existe ningún
padre o madre que no haya dicho alguna vez que lo único que desea para sus
hijos es la felicidad. Todo el mundo la desea. Lo que nadie tiene claro es qué
entendernos por felicidad, si es que alguna vez nos hemos tornado la molestia
de pensar en ello, y, tampoco si proponerse conseguirla es un objetivo sensato.
Con la felicidad pasa algo similar a lo que ocurre con la libertad: se
identifica con hacer lo que cada cual desea en cada instante sin ningún tipo de restricciones. En
parte, la libertad sí que es eso, poder actuar sin interferencias externas.
Pero, ¿y la felicidad? Equivale al jouir sans entraves del Mayo del 68,
a satisfacer cualquier deseo, sean cuales sean las consecuencias?, ¿O la
moderación de los deseos es, como decían los estoicos, un aspecto importante de
la misma felicidad? ¿Está relacionada la felicidad con la voluntad de dar un
sentido, una dirección o una finalidad a la vida?. Si es así, desear la felicidad
de los hijos; no significa también enseñarles a vivir con algún propósito que
dé sentido a sus vidas?